Los coruñeses esperamos las primeras esporas primaverales para ocuparnos de nosotros mismos y, antes del tirón político hacia las próximas elecciones municipales, poner la casa en orden; restaurar nuestro paisaje. Después de los comicios italianos, el resultado nos señala que el pueblo no siempre acierta, porque ha sido (el pueblo) quien ha elevado al poder a una clase gobernante superada por la ética. A los votantes, se observa, les suele fallar la memoria y la estética. Tarea difícil debe ser la de alcalde cuando, a modo de macedonia de frutas, los comités partidarios les asignan los equipos de colaboradores y también que ha de ejercer sus responsabilidades sobre un territorio sujeto a competencias supra-regio-nacionales. Hay regidores, sin embargo, para los cuales estas servidumbres no figuran en la liturgia de las llamadas "ciudades rebeldes", porque el modernismo dirigente no acepta otra realidad que el poder omnímodo del alcalde, envuelto a veces en un simulacro taumatúrgico de anunciadas acciones políticas. Así, entendido el planteamiento, cualquier sugerencia del regidor es aceptada con sumisión, como en un priorato. Cuenta, además, con el acompañamiento y aquiescencia de los que, en las órdenes religiosas menores, se les conoce como "capigorrones", cuyos pulsos se derivan del Superior troncal. Sucede, en el caso que nos ocupa, que cuando se invaden competencias ajenas, la Xunta y el Gobierno central utilizan el desdén o el cajón del olvido de cualquier proyecto, cual si fuera una venganza política. Así tenemos asuntos tan relevantes como el destino de la estación de autobuses o los promotores del ofimático, "enladrillados" como los huevos que describe en sus recetas culinarias la condesa de Pardo Bazán. Nuestro alcalde, que acaba de recibir la buena nueva de abrir la espita del gasto, se dispone a contratar más personal. Es decir, de la macedonia de frutas, pasamos al panaché de legumbres.

Otrosí digo

Nos informan de que ha viajado hasta Islandia un responsable municipal de Turismo, cuyo Plan Estratégico apenas si asoma la gaita. Este hecho nos recuerda el entusiasmo de aquel edil del bipartito que prometió pasar más tiempo en Alvedro que en su despacho municipal, para mejorar in situ la actividad aeroportuaria. La promoción fue espectacular: con carácter público se ofrecieron un par de vuelos domésticos sobre la bahía de La Coruña.