Antes de parecer un cuento clásico e incorporarse al lenguaje coloquial, contaba Pedro Schwartz que dos italianos en la playa ven que las nubes descargan lo suyo y sentencian aquello de Piove, porco governo. A partir del aserto, que se non è vero è ben trovato, los que no consideran propicio el meteoro pueden buscar culpables, ya sea el gobierno, la oposición, los sindicatos o los partidos emergentes; el caso es apuntar con una buena escopeta de feria para errar el tiro con buenas artes.

Hace años que Zapatero, allá por el 2007, tuvo la culpa de una crecida del Ebro que, ni la ministra Cristina Narbona ni todos sus subsecretarios y directores generales, fueron capaces de avergonzarse de que el río fuese insolente arrojando al mar en tres días el agua que consume Madrid en un año. A ver quién era ese río, mal gobernado, para derrochar el agua que se podría haber depositado en el Canal de Isabel II, con lo rentable que ha llegado a ser la tal charca, dueña de las humedades capitalinas y transoceánicas ¡Qué osadía! Ni con Aznar ni con Franco estaban los ríos tan desordenados tirando el agua al mar aunque fuese necesaria para que los arrozales del delta aprovechasen el agua dulce para sus cosechas. Antes esto pasaba, se inauguraba un pantano de medio pelo. Eran unos ríos más constitucionales. Ahora, ya se sabe, el orden y los principios flaquean, sin ánimo de ofender hay cierto desgobierno y acuden tirios y troyanos a tratar de enderezarlo por la vía del chantaje, parlamentario o no. Haylos que dicen que el Ebro va por donde a mí me dé la gana, otros sostienen que a su orilla ni se le toca, que para eso es nuestra desde que reinó Carolo o desde la Marca Hispánica; otros argumentan que las dos orillas son de todos los que beben y riegan desde ambas riberas y los más cucos reclaman que ha de haber 155 metros, millas o kilómetros en ambas márgenes que han de ser de su dominio, goce y disfrute; en fin, el caos, el desmadre. Con Zapatero en La Moncloa, ni los ríos resultaban controlables, estaban como todo en España y el agua del Ebro, río insolidario, se va a la mar, que es el morir.

El piove, porco governo será exclamación lapidaria y sarcástica, aunque no sepamos a qué gobierno, a qué margen del Ebro, nos referimos. Creo que no hacen falta más datos, de una orilla hay presos y huidos, de la otra, presos y escaqueados. Un festín.

Pero nada parecido a lo que les espera a los italianos, que desde 1949 padecieron no menos de cincuenta desgobiernos, con el revoltijo de norteños a su aire e ilusionistas estrellados por la otra, unidos solo por su fobia a Europa y a los extranjeros. Pero allí el caos nunca ha sido problema, la mafia y el estado Vaticano se han encargado siempre de lo importante. Supongo que ya estarán soldando grietas y despropósitos de la Liga y los 5 estrellas. El problema llegará al buscar el porco governo dentro del amasijo.