Juan José Calvelo Souto lleva diez años afiliado a la ONCE y desde hace dos camina más seguro por las calles coruñesas gracias a su golden retriever Koala, que lo acompaña en todos sus desplazamientos o mientras atiende a los clientes en el kiosko que regenta en A Coruña. Para este invidente su perro-guía ha sido como un regalo que le ha devuelto la independencia y la autonomía.

-¿Por qué decidió solicitar un perro- guía?

-Llevo diez años en la ONCE y siempre me había manejado con el bastón. Pero como varios compañeros de la organización que tenían lazarillos me contaban que estaban encantados con ellos, me animé a probar yo también.

-¿Qué trámites tuvo que hacer para que le adjudicaran un ejemplar?

-Primero me hicieron varios test tanto físicos como psicológicos para saber cuáles eran mis condiciones y a qué tipo de perro me adaptaría mejor. Después tuve que esperar bastante. Una vez que me informaron de que me cedían a Koala, viajé hasta la escuela de Madrid y entrené con ella tres semanas para conocernos y adaptarnos uno al otro. Luego el instructor vino a A Coruña tres días para enseñar al perro a moverse por las zonas que frecuento habitualmente.

-¿La espera fue muy larga?

-Desde que hice la petición tardaron tres años en darme un a Koala, pero es normal porque somos muchos los que solicitamos un lazarillo. Aunque la espera sea larga cuando te dan tu perro te das cuenta de que todo ha valido la pena.

-¿En qué consiste el entrenamiento que realizó en Madrid?

-En esas tres semanas conviví con Koala y comenzamos a conocernos y a adaptarnos porque somos miembros de un mismo equipo. El instructor me enseñó las órdenes que debía darle para acceder al transporte público, entrar en algún establecimiento o que me marcase los bordillos de las aceras. En definitiva, se trata de acostumbrar el perro a nosotros.

-¿A 'Koala' le costó adaptarse al nuevo entorno?

-Afortunadamente me tocó una perra muy tranquila y muy obediente. Las únicas órdenes a las que no hace caso son las que considera que obedecer en ese caso me expone a algún tipo de peligro, como si, por ejemplo, quiero cruzar el semáforo y está en rojo. De esta forma, siempre me siento seguro cuando voy por la calle.

-¿Se siente más independiente desde que tiene a su lazarillo?

-Por supuesto, tengo mucha más autonomía. Hago una gran cantidad de cosas por mí mismo que antes nunca me había atrevido porque no me sentía seguro. Dejar el bastón por Koala fue como pasar del día a la noche. Ahora me muevo más rápido y con mayor facilidad. No me salen las palabras para describir lo que Koala significa para mí. Mi calidad de vida ha aumentado también en lo personal porque estos animales te dan y se les coge mucho cariño. Además, no te queda otra que depositar en ellos toda tu confianza. Si no te fías estás perdido.

-¿Ha tenido problemas para acceder a los establecimientos o al transporte público?

-Nunca me han puesto trabas en ningún sitio. A menudo cojo un taxi para ir al hospital a mis revisiones y jamás he tenido problemas. Lo máximo, algún encontronazo por la calle con gente desagradable que no saben lo que es el respecto y se incomodan si chocas con ellos sin querer. Pero son casos puntuales y muy aislados.

-¿Qué cuidados especiales necesitan estos perros?

-Tengo que estar muy pendiente de su higiene, pues es normal si queremos entrar con ellos a espacios públicos. Por eso cada dos días tengo lavarla y que peinarla. Y si es necesario le echo antipulgas o productos desparasitadores. En cuanto a la alimentación, come siempre pienso. La ONCE tiene un convenio con la fábrica, por el que la manutención de nuestros perros nos sale más económica. A mayores, cada seis meses debe pasar por la consulta del veterinario y hacerse una analítica o recibir las vacunas que le toquen.