Diálisis ya no equivale a toda una vida pegada a una máquina. Los pacientes con insuficiencia renal crónica pueden seguir el tratamiento en sus casas, lo que les da autonomía para hacer lo que antes les estaba vetado: trabajar, ir al colegio o salir a tomar algo. Un tercio de quienes tienen que someterse a diálisis en el Hospital Universitario de A Coruña ya prefiere hacerlo en su hogar. "Ahora mismo tenemos unos 80 pacientes en diálisis domiciliaria", señala el jefe del Servicio de Nefrología del centro, Francisco Valdés, quien recuerda que el hospital es puntero a nivel estatal en este tipo de terapia. "Llegamos a tener el mayor programa de toda España con 100 pacientes", sostiene.

Cuando el riñón deja de funcionar, la diálisis se convierte en el medio de vida para quienes esperan un nuevo órgano o no pueden ser trasplantados. Existen dos tipos: la hemodiálisis, en la que una máquina ejerce de riñón artificial y depura la sangra o la peritoneal, en la que se utiliza una membrana natural para depurar la sangre. Esta última es la más utilizada en el tratamiento a domicilio. Consiste en implantar un catéter en la zona abdominal y verter una disolución salina que absorbe los componentes dañinos antes de ser desechada.

"Con la hemodiálisis, el paciente tiene que ir tres veces a la semana al hospital y conectarse durante cuatro horas. La peritoneal da mayor autonomía ya que deben hacerse entre tres o cuatro intercambios al día o bien hacérsela sólo por la noche", señala Valdés, quien añade: "Esto hace mucho más fácil que la gente viaje o trabaje ya que se llevan el material y realizan el intercambio cuando les toque".

Pese a que la diálisis domiciliaria permite hacer una vida normal -sin dependencia de visitas al hospital-, solo un tercio de los pacientes recurre a ella. "Solo pueden usarla aquellos que tengan cierta autonomía y no siempre se da el caso. Además, los pacientes de mayor gravedad también deben ser atendidos en el hospital", indica Valdés. "Suele ser gente con ánimo de independencia. Lo más frecuente es que sean niños, adolescentes o gente que trabaja", añade el doctor Miguel Pérez Fontón, nefrólogo del programa de diálisis a domicilio del hospital coruñés, quien resalta: "Tuvimos incluso un vagabundo al que buscamos casa y se sometió allí al tratamiento".

Una vez se determina que el paciente precisa diálisis, un grupo de médicos y enfermeras les informan sobre las diferentes técnicas que existen. "Cuando se decantan por una comienza una especie de entrenamiento para que aprendan cómo realizarse la diálisis", señala la coordinadora de enfermeras de este servicio, Modesta Mojón, quien añade: "Este periodo dura entre unos 10 y 15 días aunque si se trata de la diálisis peritoneal nocturna tienen que estar un poco más".

Durante este periodo de formación, los usuarios aprenden la técnica de realizar la diálisis así como claves para poder solucionar cualquier problema. "Cuando acaban no suelen tener ninguna duda y esto les da mucha seguridad", sostiene Mojón, quien añade: "Además, en caso de que surja alguna complicación pueden llamar a un servicio de urgencias que trabaja las 24 horas, pueden consultar cualquier cosa sobre su tratamiento". Solo el año pasado, este servicio contó con 900 llamadas. Además, los pacientes tienen que realizar visitas periódicas a la consulta del nefrólogo para comprobar que todo sigue correctamente.

Pese a que la diálisis domiciliaria ha aumentado en los últimos años, es una técnica que ha costado implantar. Los especialistas entonan el mea culpa. "Son técnicas que estaban muy infrautilizadas por desconocimiento de la población y de los propios médicos que tienden a lo que conocen mejor, en este caso, la hemodinámica", indica Miguel Pérez Fontón. En este sentido, reconoce que, en Galicia, el Servizo Galego de Saúde "trabaja para ampliar este sistema", una técnica que garantiza la autonomía de los pacientes cuyo riñón ya no funciona.