Animal de costumbres nocturnas, tímido, sordo y de sangre azul, el pulpo ha gustado desde siempre al humano como manjar. Desde antes de Cristo ya era conocido como dejó escrito Aristóteles en su Historia Animalium. Su fama de sabroso ha ido creciendo con el paso de los siglos, así como las leyendas sobre su mejor preparación. La filóloga y amante de la gastronomía Matilde Felpeto ha analizado uno por uno los mitos en su libro O polbo e a súa cociña (Xerais), en el que presenta 67 recetas de tradición familiar.

Entre las leyendas que deja en evidencia tras entrevistar a pulpeiras de O Carballiño y otros lugares con décadas de experiencia además de experimentarlo ella en sus fogones, se encuentra aquella que sugiere que el pulpo es más sabroso si es cocido en una pota de cobre.

Al respecto, apunta que "no es exacta esta leyenda tan difundida. Tradicionalmente, las pulpeiras de Arcos utilizaban calderos de este material porque era más cómodo para transportar a las ferias que los de hierro. En la actualidad, la gran mayoría emplea calderos de acero inoxidable, mucho más sencillo de limpiar. El cobre tarda un poco más en calentar y conserva mejor el calor que el acero pero el resultado de la cocción es el mismo, si se hacen bien las cosas".

Felpeto añade que tampoco incide en el sabor y la preparación del cefalópodo el echar una moneda de cobre en el interior de la pota, ni tampoco que un corcho de una botella contribuya a que la carne sea más blanda.

Otro mito derribado seguro que dejará a numerosos cocineros incrédulos. Está muy extendido que, para que no se desprenda la piel del pulpo, hay que meterlo y sacarlo rápidamente en la pota hirviendo tres veces antes de dejarlo depositado para su cocción. Últimamente, incluso algunas voces han aconsejado subir a siete las veces. Felpeto indica que ni tres ni siete. "No influye nada esta operación inicial, casi rito, para que no se le caiga la piel. Tampoco le perjudica. Lo que sí hay que procurar es que, una vez dentro de la pota, hierva a una temperatura media constante y luego se deje reposar en el agua caliente".

Su libro también explica porqué uno de los mejores pulpos -sino el más suculento-- se paladea en O Carballiño. El libro recuerda la investigación de Fidalgo Santamarina de que documentos del siglo XVII demuestran que, desde la Edad Media, Marín estaba obligada a entregar a los monjes de Oseira (Ourense) una determinada cantidad de pulpo seco.

Después, los religiosos lo comercializaban en la zona, con lo que los habitantes de Arcos (O Carballiño) hicieron del pulpo "un modo de vida" transmitido de generación en generación.