Clases de informática para mejorar la inserción laboral de los alumnos, pero también para fomentar sus habilidades sociales, su autoestima y para que, durante unas horas, su pasado sea lo de menos y su futuro lo único importante. Esta es la filosofía de un programa -organizado por la Fundación Érguete, la Asociación de Voluntarios de Informática de Galicia (Asvigal) y la Obra Social La Caixa en Centro Sociocomunitario de A Coruña- que ha permitido que, durante un mes, mayores de 60 años enseñasen nociones de informática a una veintena de presos que se encuentran en semilibertad. "El objetivo final de esta iniciativa es que logren reintegrarse socialmente", explica Rosaura Romo, técnica de Érguete, quien reconoce que ante el gran éxito del proyecto -que finalizó ayer- "se repetirá el próximo año y no será algo puntual sino que de manera constante habrá grupos que vengan hasta el centro para formarse".

Formación y ocio se compaginaron durante las clases a estos alumnos, divididos en dos grupos en función de su conocimiento previo de informática. "Se les enseñó desde cuestiones básicas como manejar el ratón hasta escribir en Word, a hacer un currículum, cómo buscar empleo en internet o a usar el correo electrónico o Facebook", indica Emilio Moscovich, uno de los voluntarios que ejercieron de profesores en el curso. Por ello, al aprendizaje de cuestiones útiles, durante el mes que duró el curso se añadieron numerosas anécdotas personales. "Uno de los alumnos aprendió a redactar una carta que envió por correo electrónico a su familia, era la primera vez que se ponía en contacto con ellos desde que estaba en prisión", relata Moscovich. "Hubo quienes encontraron a sus hijos, a los que no pueden ver, en Facebook o a amigos", añade otra de las profesoras, Carmen María Conde.

Pero no solo los mayores de Asvigal ejercieron de docentes, los presos -que previamente habían realizado un taller de limpieza- les enseñaron cómo hacer limpieza en el hogar sin recurrir a productos de supermercado. "Con vinagre, por ejemplo", explica Carmen.

Alumnos y profesores tienen claro que con esta experiencia todos salen ganando. "Se lo recomendaría a la gente porque estos cursos te abren puertas para encontrar trabajo y además te permiten desconectar de la prisión", señala Quique López, uno de los alumnos que prefiere no dar su verdadera identidad. Pese a que todavía le quedan seis años para cumplir su condena se apunta a cualquier curso de formación para, una vez libre, insertarse lo antes posible. Quique asegura que el trato de los profesores fue, desde el principio, inmejorable. "Desde el principio me sentí muy integrado, nos trataron muy bien, sin prejuicios, no me sentí como un bicho raro", sostiene.

Los profesores también solo tienen palabras positivas para los alumnos. "No sé como serán en la calle, pero aquí son maravillosos", señala Moscovich. "Son muy buenos alumnos, tienen mucho interés y están muy motivados", señala Carmen Conde, quien añade: "Es una iniciativa que te permite dar, pero también recibes de ellos. Aprendes que todo el mundo tiene humanidad, que todos tienen su lado tierno".

El éxito del proyecto ha sido rotundo. "Es algo muy enriquecedor porque permite que los chicos se formen y a la vez practiquen sus habilidades sociales y se sientan útiles", señala Rosaura Romo desde la Fundación Érguete. Debido a que tanto alumnos como profesores han quedado satisfechos, los cursos se mantendrán durante el próximo año. "Habrá diferentes grupos y vendrán de forma constante al centro para recibir clases de alfabetización informática", señala. Un intercambio de conocimientos con una sola meta: la integración.