Humilde, discreto, aislado del ruido en su casa familiar del municipio valenciano de Tabernes de la Valldigna, donde nació en 1941, después de haber vivido muchos años en el centro de Madrid y, antes, en Marruecos, París o Barcelona, Rafael Chirbes se ha ido como vivió, en silencio. Ocurrió la tarde del 15 de agosto, en pleno verano y en una España cerrada por vacaciones y casi entera en fiestas, recibiendo un sinfín de elogios de sus colegas y también de la clase política a la que consideraba culpable de la desolación que vive el país.

Ayer, familiares y amigos del mundo de la literatura y la cultura en general despidieron en un ambiente de intimidad al escritor, fallecido el sábado a los 66 años a consecuencia de un cáncer de pulmón, con un acto-homenaje en el que se recordó su obra con la lectura de párrafos de su premiada novela En la orilla.

La capilla ardiente en honor de Chirbes, premio Nacional de Narrativa y de la Crítica, entre otros galardones, se instaló en el tanatorio de la Marina Alta de Denia (Alicante), lugar hasta el que anteayer por la noche fueron trasladados sus restos mortales tras fallecer en un domicilio familiar de su localidad natal, Tavernes de la Valldigna (Valencia).

La escritora y directora general de Cultura de la Generalitat valenciana, Carmen Amoraga, o los novelistas Alfons Cervera y José Luis Ferris fueron algunas de los autores que se acercaron para dar su último adiós a Chirbes y el pésame a sus familiares.

Amoraga, que fue finalista del premio Planeta en 2010 y ganadora del Nadal en 2014, destacó que, gracias a su obra, Chirbes "nunca morirá. Era un hombre muy adelantado, literaria, técnica y estilísticamente" a su época, pero también una persona "muy auténtica". Cervera calificó a Chirbes como "un escritor descomunal, de los que sabía que escribir es estar siempre con el culo al aire, a la intemperie".

A nivel personal, Cervera destacó que era "una especie de ogro social y, al mismo tiempo, de una ternura extraordinaria". "Era como una especie de niño que desdecía completamente ese carácter público de ogro. Su pérdida para mí es como la de un hermano", ha lamentado.

Por su parte, Ferris se mostró consternado por la pérdida de este autor valenciano, al que consideró como "uno de los escritores más comprometidos con su época y su tiempo".

"Todavía no hemos encajado su pérdida, el mundo de la literatura está consternado; los que estábamos más cerca de él sabíamos que tenía ciertas teclas, pero que se precipitara todo en seis días nos ha pillado a todos en fuera de juego", añadió. Resaltó que Chirbes supo denunciar realmente lo que está pasando en la sociedad "y lo dijo con el mejor lenguaje y de una manera magnífica, profunda y honesta".

Reconocido en los últimos años con los premios Nacional de la Narrativa y Francisco Umbral por En la orilla y con los premio Cálamo y Nacional de la Crítica por Crematorio, Chirbes comenzó haciendo crítica literaria, relatos periodísticos y reseñas gastronómicas o de viajes.

Y fue tras su primera novela, Mimoun (1988), finalista del premio Herralde de novela y un éxito también en Alemania y Francia, cuando comenzó su trazo personal sobre la sociedad española con la trilogía inaugurada con La larga marcha (1996) cuando comenzó a ser un autor muy valorado y elogiado.

El éxito con mayúsculas llegó en 2007 con Crematorio, su descripción de la burbuja inmobiliaria, que tuvo su epicentro en Valencia, su tierra, que conocía bien. A partir de ahí, comenzó un gran reconocimiento entre lectores y críticos, una circunstancia que no dejó de sorprender a este hombre tímido y fumador.

Después siguió con En la orilla, que se ganó además la consideración de ser el mejor libro de 2013, a juicio de los lectores.

"La culpa del éxito de la novela la tienen los tiempos que corren, más que el libro. Todo coincide con la desolación del país", decía Chirbes cuando le dieron el Nacional de Narrativa por la multipremiada En la orilla. Y es que esta obra fue una novela dura y amarga que supo conectar con los lectores ávidos de verdad y honestidad ante tanto derrumbe, una sensación que coincidió con el resurgimiento de los movimientos sociales.

Corrupción

Para el jurado se trataba de una novela de "una extraordinaria construcción literaria que, tratando de la realidad de la actualidad, no se limita al realismo, mostrando una riqueza formal y unos recursos poéticos que lo trascienden". Un éxito que Chirbes siempre achacó más a "un movimiento civil que al libro".

Chirbes era un autor cabreado, un indignado más, que dominaba la palabra y que con ella hacía gran literatura para denunciar poéticamente la corrupción.

Admirador de Galdós y preocupado a partes iguales por la estética del libro y por su contenido, el escritor valenciano se sentía muy escéptico y descreído de la clase política y decía que podría haber escrito sus libros en cualquier otro lugar de España, no solo en Valencia.

"Podría haberse tratado de la Cataluña de Pujol, la Andalucía de los ERE o el Madrid de Esperanza Aguirre... La clase política ha minado todo por su propia creación, por cómo se formó en este país y cómo ha ido haciendo este país. Son los que nos han traído hasta aquí", decía el desencantado escritor.