Nunca han sido denunciados ni tienen condenas por malos tratos, pero saben que su actitud no es la correcta, que tienen un problema para controlar su violencia que se traduce en ejercer poder y control sobre sus parejas y piden ayuda antes de que este comportamiento empeore. Este es el perfil de quienes participan en el programa Abramos o círculo de la Xunta, una iniciativa con la que se da ayuda psicológica a los hombres que lo demandan con el objetivo de evitar que se conviertan en futuros maltratadores. Un total de 85 varones participaron en este programa durante el primer semestre del año -33 se incorporaron a lo largo del 2015- y ya son más de 600 desde que el programa arrancó en 2001.

Una vez que solicitan ayuda -en el teléfono 630170140 o en a través de la web de la Secretaría de Igualdade-, se les realiza una entrevista para conocer su caso personal y se les deriva a uno de los 72 terapeutas que participan en esta iniciativa, el que les quede más cerca de su domicilio. "La terapia comienza en un plazo máximo de 48 horas y es siempre individualizada", señala el coordinador del programa, Rubén Villar, quien explica que hay usuarios desde los 18 hasta pasados los 68 años.

El primer paso al que se deben enfrentar los participantes es a reconocer que tienen un problema de agresividad y que su actitud no es la adecuada. "Al tratarse de un programa voluntario es cierto que esta primera fase ya está un poco superada porque cuando llaman es, normalmente animados por su pareja o su entorno, porque están concienciados de que pasa algo", explica Villar, quien también reconoce que se encuentran con gente que les dice "llamo porque me dicen que tengo un problema y es para ver si es verdad o no".

Lo que ya les cuesta más es admitir que ciertas actitudes que tenían totalmente normalizadas son una forma de control de la pareja o pueden derivar en malos tratos. "El patrón común que nos encontramos es que son personas que tienen una actitud de poder y control hacia sus parejas y ese poder lo ejercen bien desde la fuerza, la intimidación, controlando con las nuevas tecnologías con quien salen o qué fotografías cuelgan...", sostiene Villar, quien asegura que no hay "ni un único perfil, ni unos rasgos de personalidad característicos" detrás de los varones candidatos a ser maltratadores. "La edad por ejemplo, no determina el tener esta actitud, lo único que lo hace es la socialización que ha tenido una persona, es decir, si no ha sido educado en igualdad puede tener normalizadas ciertas actitudes que realmente no lo son", señala Villar, quien explica que en la terapia se trabaja para que los participantes "empaticen" con sus parejas, "se pongan en su lugar para ver cómo se sentirían al ser tratados como lo hacen ellos" y las claves para que sepan gestionar sus emociones. "Ni querer a alguien obliga a ser celoso ni la forma de mostrar el enfado es siempre la adecuada", indica.

En la mayor parte de los casos, la terapia hace que el varón cambie su actitud respeto a sus parejas e incluso hay quienes tras varios años detectan que vuelven a recaer y no dudan en volver a pedir ayuda.