Imparten la misma materia que el resto de profesores, pero sustituyen las aulas de un colegio convencional por la caravana de un circo, la habitación de un hospital, el salón de un niño enfermo o un módulo penitenciario. Más de 80 docentes, dependientes de la Consellería de Educación, dan clase cada día en la prisiones (49) y hospitales de la comunidad (siete) o en los domicilios de pequeños que no pueden acudir al colegio de forma temporal por una enfermedad (15). A ellos hay que sumar quienes trabajan en las aulas itinerantes de circo que gestiona el Ministerio de Educación: este curso hay 16 aulas en 14 circos que atienden a 118 alumnos de todo el país. Lejos de convertirse en un handicap, docentes gallegos en estos destinos reconocen estar encantados con su puestos ya que les obliga a reinventarse constantemente para adaptar el modo de dar clase a las características de sus alumnos y sobre todo les "enriquece" a nivel personal.

Galicia cuenta este curso con más de 30.200 profesores -en todas las etapas educativas sin contar la universidad- y son una minoría quienes optan por un destino fuera de los colegios e institutos convencionales. El deseo de que el papel del docente no se limite solo a impartir contenidos sino el de convertirse en apoyo de unos alumnos con una situación personal compleja es lo que lleva a la mayoría a solicitar plaza en estos destinos. "Soy una docente vocacional, creo que la enseñanza tiene que ser algo más que dar conocimiento y en la cárcel trabajamos otras cuestiones como habilidades sociales para lograr que los alumnos se integren cuando obtengan la libertad", señala Teresa Fernández, que lleva siete años como profesora en la prisión coruñesa de Teixeiro. "Al ser profesora de necesidades especiales vi que en el hospital podía trabajar más éste área, la diversidad", añade Yolanda Amor, docente en el Materno Infantil de A Coruña.

Pese a que todos los profesores que trabajan en hospitales, prisiones o circos son trabajadores públicos -es decir, han obtenido una plaza tras presentarse a una oposición de enseñanza-, la selección para cubrir estos puestos es diferente a la de quienes optan a un colegio convencional. En el caso de los hospitales, por ejemplo, hay un concurso de méritos en donde los candidatos deben presentar un proyecto de cómo gestionarían un aula hospitalaria "en donde hay niños de diferentes edades, de entornos diferentes y teniendo en cuenta que estaríamos fuera del ámbito escolar", explica Yolanda Amor. Una vez adjudicada la plaza, estos profesores hospitalarios pueden estar un máximo de seis años en el puesto salvo que salga una plaza definitiva, añade esta docente coruñesa.

Algo similar ocurre con la aulas itinerantes del circo. Cada año, el Ministerio de Educación lanza una convocatoria para cubrir los puestos de docencia necesarios para atender a los hijos de trabajadores de circo que se pasan el año de ciudad en ciudad, sin un lugar fijo de residencia. "Hay que presentar un trabajo de cómo programarías el curso escolar, lo que se suma a los puntos por méritos académicos que tenga y si eres seleccionado tienes que acudir a una entrevista a Madrid, donde finalmente te eligen o no", explica Miguel Portas, un gallego que estuvo cuatro años en este tipo de aulas. "El contrato debe renovarse de forma anual", explica. Las plazas convocadas cada año varían porque para que un circo tenga un aula escuela debe cumplir una serie de requisitos como un número mínimo de alumnos (cinco) y habilitar dos caravanas (una como vivienda para el docente y otra como aula) que cumplan con las exigencias que marca el Ministerio. "Normalmente reciben la ayuda para tener aula escuela entre doce y catorce al año", señala este joven.

Enseñar en estos destinos no solo supone una diferencia a la hora de optar a la plaza sino en el día a día de la profesión. Excepto en los centros penitenciarios -donde la enseñanza es similar a la que se imparte en los centros para adultos, con clases y horarios marcados a los que los presos acuden por turnos- en el resto, hay una mayor flexibilidad que los colegios tradicionales.

En el Materno, la profesora encargada de la docencia de los ingresados, imparte clases individualizadas a los hospitalizados de larga duración y que tienen que permanecer aislados en sus habitaciones (pacientes oncológicos o crónicos) en función del tiempo y las capacidades que tenga el menor. El resto de ingresados, a partir de las 11.00 horas -cuando finalizan las visitas médicas- pueden acudir al aula hospitalaria de la tercera planta, donde la profesora les explica la lección o les ayuda a hacer los deberes que tengan marcados por sus colegios. Menos flexibilidad hay en las aulas del circo -donde las clases están fijadas como en un centro convencional de 09.00 a 14.00 horas-, pero la jornada puede verse afectada por el traslado continuo de la caravana de una ciudad a otra. "Si por ejemplo toca desplazamiento el lunes, pues tenemos que dar clase un sábado", señala Portas.

También hay cambios a la hora de impartir la materia. Las aulas del circo engloban a niños de diferentes edades -desde Infantil hasta Bachillerato-, lo que obliga al profesor a organizar las clases de forma diferente a lo que lo haría un maestro con una clase con niños todos de una edad. Tratar un tema a partir del que se trabajan diferentes materias y aumentar progresivamente el nivel de dificultad de los ejercicios para llegar a todos los alumnos son algunas de las dinámicas que siguen estos docentes. En el caso de los centros penitenciarios siguen la estructura de contenidos de un centro de adultos, es decir, desaparecen las asignaturas y la materia se imparte en bloques temáticos: lenguas, matemáticas, ciencias, etc... Los profesores imparten desde enseñanzas básicas -con dos niveles: desde alfabetización hasta el equivalente a Primaria-, hasta ESO (los cuatro cursos se imparten en solo dos, un curso por cuatrimestre) o Bachillerato.

Unos y otros tienen claro que dar clase en un lugar atípico les beneficia tanto a nivel profesional como personal. Como docentes les obliga a adaptar continuamente el modo de enseñanza a las características de unos alumnos cuya situación se sale de lo convencional, lo que a su vez da pie a que su papel vaya un poco más allá del de impartir conocimientos. Docentes vocacionales que ejercen lejos de los lugares habituales en su profesión.