Si Casares y Loredo se encargan del análisis de los datos derivados del estudio de 800 casos, Luis Cuntín, quien articuló la encuesta, se ocupó de realizar una aproximación cualitativa a través de grupos de discusión con los que pretendía ilustrar tres realidades: la Galicia rural (con jóvenes de Frades, Touro y Melide), la que se proyecta en una cabecera de comarca (con chicos de Viveiro) y la urbana (Vigo), caracterizadas en tres niveles crecientes en perspectiva económica y académica.

De su estudio resaltó que la lengua "es sentida como factor de identidad de modo más o menos consciente" y que "la realidad del comportamiento lingüístico de la juventud gallega es sentida, inducida o espontáneamente, por la propia juventud como expresión de un conflicto". A partir de ahí estableció seis perfiles de usuarios, aunque hizo hincapié en que se trata de una "primera aproximación" y una "simplificación de la realidad" y que las estrategias cualitativas "no aportan información representativa, sino ilustrativa". "Ilustra y explica pero no mide", dijo.

Así, reseñó tres tipos de monolingües en gallego. Uno sería el "militante normalizador". Básicamente, explica, se trata de varones y es una figura de las villas o de las ciudades. Lo que se da en este grupo es "un proceso de elaboración y de toma de conciencia y de opción" respecto al idioma. El monolingüismo del rural lo caracterizó con dos "variantes". En la "masculina" se hace "presunción de un gallego deturpado, mal hablado, de baja calidad" y "se reivindica como señal de identidad rural en una contraposición con el castellano, pero también con el gallego estándar". De la variante "femenina" señaló que "piensa en la transmisión de la lengua" y "entiende que habla el registro popular de una lengua que tiene un registro culto". En ambos se detecta una "frustración de expectativas asociadas a factores socioeconómicos y culturales" que va "más allá de la lengua", pero en la versión femenina "no se expresa en conflicto".

Después hay un espectro "muy grande" de bilingües, que son "sobre todo figuras del mundo de las villas y urbano". Los divide en "bilingües utilitarios" (uso predominante del gallego y selectivo del castellano, como lengua de "relación") y "bilingües optimistas" (domina el castellano y el gallego se ve como "lengua de cultura"). Estos casos "no expresan frustración" y el discurso que está detrás en el caso de los segundos es que "no hay conflicto".

Finalmente tipifica a grandes rasgos un monolingüismo en castellano "tolerante con el gallego", aunque "no se identifican mucho con él", y apunta un "comportamiento escaso, raro, de monolingüismo en castellano beligerante en el que vuelve a reaparecer la frustración de expectativas". Este último "no es tanto un fenómeno urbano como de villa, y muy de clase media", apunta.