Tras sufrir un ictus, el estado de salud de Antonio Peña, de 60 años, no era nada bueno. Con apenas 50 kilos y fatigado con solo hablar, precisaba un trasplante de corazón para seguir con vida. Cuando los médicos del entonces Juan Canalejo le propusieron estrenar el programa de trasplantes no tuvo dudas. Hoy en día, con 85 años, solo tiene palabras de agradecimiento para quienes le dieron una segunda oportunidad. Tras aceptar la operación tocaba esperar por un donante. Eran los 90 y a falta de móviles, Antonio y su mujer se turnaban para que siempre hubiese alguien en casa a la espera de la ansiada llamada.

Llegó el 5 de abril de 1991. Había un donante y en el hospital se pusieron manos a la obra para llevar a cabo la operación. Incluso sin tener el permiso de la Xunta, recuerda el exjefe de cirugía cardíaca, Alberto Juffé. "El entones gerente del hospital, Eleuterio Cigarrán, me dio la siguiente orden: ni se les ocurra hacer el trsplante sin autorización. El conselleiro está fuera del país y me dijo que no lo hicieran. Pero mi respuesta fue contudente: 'ya hemos aceptado el donante y no nos echaremos atrás'", indica este doctor, que operó junto a Gonzalo Pradas. "Al terminar a las seis de la mañana, el corazón comenzó a latir y las más de 15 personas que estábamos aplaudimos al unísono", recuerda Juffé, quien tiene mil anécdotas que contar de esta pionera operación.

"Al día siguiente de la cirugía Antonio me preguntó que cuando iba a ser la operación. Su sorpresa fue mayúscula cuando le dije que ya estaba trasplantado". Como una estrella de cine, un coche oficial vino a recoger a Antonio Peña al hospital cuando recibió el alta y el personal del hospital salió para verlo. "Era un bicho raro, llevaba en su pecho el primer corazón trasplantado de Galicia", indica Juffé, quien asegura que lo primero que hizo el paciente fue ir a dar "un paseo por Santa Cristina". A los tres meses del trasplante, la evolución era asombrosa. "Doctor va a tener que ponerme a mí otro corazón porque Antonio no para, es imposible seguirlo", señalaba su mujer que veía cómo el trasplantado salía a pasear desde su casa en Monelos hasta la Torre de Hércules pasando por María Pita y regresaba también andando. Ahora Antonio tiene 85 años y un corazón de 44.