El diluvio. El diluvio no fue, no pudo ser, universal, según la ciencia: no hay en el planeta agua suficiente. Pero, de haberla habido, el paisaje bíblico se habría parecido bastante al de Cantora. La finca, anegada. La finca, bajo el azote de los cielos abiertos. La finca, en la zozobra de las fuerzas telúricas desatadas. La finca, sometida a la ira de los dioses. Esos pastos, testigos pasados de la felicidad de una joven Isabel Pantoja, ocultos por un manto de aguas turbias. Esos campos, en los que un día pastaban las reses con la marca del hierro de la pareja Isabel y Julián, Julián e Isabel. Esas tierras que han visto tanto, oído tanto. Chuzos de punta sobre Cantora. Ji ji, ja ja. El agua hasta las rodillas en Cantora. Jo jo, je je. El que se lo toma a guasa, o pone al mal tiempo buena cara, según una lo quiera interpretar, es Kiko Rivera. Como personaje que es, famoso, Dj e instagramer en ciernes, él se debe a su público y para su público graba y emite, guarecido en su coche, a un amigo, en calzoncillos y sudadera (es lo que tienen las emergencias) intentando cruzar la riada. Pero que no cunda el pánico. Dios aprieta pero no ahora y después de la tormenta siempre llega la calma. Cantora sigue en pie, a dios gracias.

El pavo. El estilo de vida americano, American way of life, es una forma de entender el mundo. Ya saben, las libertades públicas, la coca-cola, los hermanos fundadores, las hamburguesas, la propiedad privada, los electrodomésticos, las oportunidades para todos, la sopa de tomate Campbell, el hecho a sí mismo... y Mariló. Mariló es la pera (pear) como el Papa a decir de Tamara Falcó. Le han bastado menos de tres meses para convertirse en una neoyorquina más. Mariló ya no camina, pasea por Central Park. Mariló celebra Acción de Gracias, Thanksgivingen su nueva lengua. Ya no tantea el peso en kilos, o cuartas y mitades, como cuando se ponía el delantal ante las cámaras, sino en libras. Más de 15 libras (lo que vienen siendo 7 kilos) dice que puede llegar a pesar un pavo en la mesa. Pero esa noche no cenó pavo. Ella lo lamenta. El pavo, en cambio, sí que da las gracias. Por todo.

El retrovisor. En Puerto Rico se ve que está mejor el tráfico. Enrique Iglesias, por ejemplo, ve una fan que se emociona, se derrite (son los genes) y le ordena al chófer que se detenga, allí en medio, baja y se hace una foto y hace feliz a la chica. Los conductores, atascados en hora punta, y encantados con el show. Esto le pasa en España y los pitidos se oyen hasta en las antípodas, excepto en casa de papá y mamá, hogares burbuja, protegidos de la indiscreción. Que se lo digan a Chelo García Cortés, que ha superado el rechazo de su amiga Isabel Pantoja pero no el soponcio de encontrarse el retrovisor destrozado. A su hermana Tamara, que va de trompazo en trompazo. O a Belén Esteban, que no se saca el carné ni a la de tres. O cuatro.

Pintar. Blanca Cuesta vuelve a los pinceles. A exponer. En Miami, en plan internacional. Blanca Cuesta es la mujer de Borja, la nuera de Tita. Pero cuando pinta, y expone, y más por allí fuera, no es nada de eso, es artista sin más. En el apartado de prensa de su currÍculo constan las críticas especializadas que le han hecho: en Hola, en Elle, en Vanitatis, en Diezmi... No expone, eso no, en el Thyssen. Habrá que reconciliarse más para ver ese momento. Mientras tanto, pinta. A Kiko Rivera, que es también, era (la cosa ha cambiado) un rico heredero, se expresa, como Blanca, con el trazo. Pero a él le tira más la tinta que la acuarela. Ya tiene nuevo tatuaje. Y este es un tatuaje de padre. Como los de Beckham. Salvando las distancias.

Mola mazo. Es autor de temas tan celebérrimos como Vivir así es morir de amor, Me quito el calcetín, señoría, Mola mazo o No me he operado, solo es maquillaje. Ahora lanza un Padre Nuestro publicitado como duetto con el papa Francisco. Hombre, una asociación harto aventurada, tanto como el dúo Isabel Pantoja y Kiko Rivera o Belén Esteban y un bestseller ahora que nos hemos desayunado con que su triunfo como bailarina fue un bluf, casi un pucherazo, y se nos ha caído un mito. Algo exagerada porque en realidad la cosa consiste en incluir, entre las Morituras vocales de Camilo, que son indiscutibles por otra parte, una oración grabada de Bergoglio tan pública como que fue urbi et orbe. Eso sí, con las bendiciones del Vaticano y una causa solidaria. Dicen que así el artista evoca sus tiempos mozos, ahora que cumple años y eso siempre da cosa aunque tu piel luzca tan tensada como la cuerda de un piano y tu cabellera, tan frondosa como un bosque. Oigan, que ya quisieran muchos.