De tres nominaciones, La forma del agua se llevó cuatro. No es un tsunami pero sí una ola que pone a Guillermo del Toro en lo alto de un metafórico muro cinematográfico junto a sus colegas mexicanos Alejandro González-Iñárritu y Alfonso Cuarón. Nada que ver con las barreras fronterizas que quiere imponer Donald Trump: Del Toro se lleva a casa los premios gordos de mejor director y mejor película (más dirección artística y banda sonora del gran Alexandre Desplat) con una obra rodada en Estados Unidos con reparto anglosajón y una trama que aglutina distintos tipos de marginalidades en lucha contra el mal en distintas lenguas.

El favoritismo de La forma del agua era hasta hace unas semanas indiscutible, entre otras razones de peso porque no había grandes rivales en una edición más bien pobretona (¿vendrá Netflix a salvar los muebles del Hollywood anclado en formas y fórmulas del pasado?). Acusaciones de plagio un tanto extrañas a una película que saquea ideas ajenas (empezando por La Bella y la Bestia y siguiendo por King Kong) rebajaron en parte su potencia de juego (en la memoria aún está fresco el chasco de La La Land, que se quedó compuesta y sin estatuilla a mejor película) pero seguía sin existir una competidora en condiciones.

La que parecía hacerle algo de sombra, Tres anuncios en las afueras, consiguió dos estatuillas que parecían tener grabado ya el nombre de los ganadores en la base: la incendiaria Frances McDormand, y Sam Rockwell como mejor actor de reparto gracias a un papel muy goloso de racista repugnante al que el guión da un vuelco como mínimo discutible.

"Soy un inmigrante, al igual que Gael García Bernal, Alejandro Iñárritu, Alfonso Cuarón, Salma Hayek... Creo que lo que hace nuestra industria es borrar las líneas que nos separan", dijo un conciliador Del Toro en una gala más seria de lo habitual sin llegar a la solemnidad. Eso es imposible teniendo a Jennifer Lawrence con una copa vino en la mano y saltando entre las butacas cual Gorrión rojo o una Meryl Streep que jalea las jugadas con un fervor contagioso.

"Todas tenemos historias que contar y necesitamos financiarlas. Pero no queremos hablar esta noche, queremos entrar en los despachos", disparó McDormand pasando de modelitos derrochones en el Dolby Theatre. La categoría masculina se rindió a los pronósticos y a la segunda fue la vencida para el británico Gary Oldman por su papel de Winston Churchill en El instante más oscuro.

No hacía falta citar a Harvey Weinstein para sentir su oscura presencia planeando sobre la gala. El presentador, Jeremy Kimmel, se controló bastante (aunque no faltó la habitual colleja a Mel Gibson para no romper la costumbre) pero entre líneas o con bromas más o menos pensadas se trajo a colación el abuso de poder ( Time's Up, meToo, o cómo el movimiento se demuestra denunciando), la brecha salarial, la ausencia de nombres femeninos en la mayoría de categorías -Rachel Morrison, primera mujer nominada a la mejor fotografía en 90 añazos de historia- o la irrupción de un superhéroe negro en las taquillas dando un zarpazo de pantera negra a las recaudaciones. El pakistaní Kumail Nanjiani y la keniata nacida en México Lupita Nyong'o pusieron los puntos sobre las íes de la ilusión y el inconformismo: "Los sueños son la base sobre la que se sostienen Hollywood y América. A todos los dreamers (soñadores) ahí fuera, estamos con vosotros".

Nadie tenía dudas de que Allison Janney, la memorable portavoz de la Casa Blanca en El lado oeste de la Casa Blanca, subiría al escenario como mejor actriz de reparto por su formidable trabajo de madre tóxica en Yo, Tonya. A los 90 años, James Ivory, retirado como director, se alzó con el premio al mejor guión adaptado por Call me by your name. No cabe poner reparos a una decisión que sí se puede discutir en el caso del mejor guión original, para Jordan Peele por una cinta apreciable pero menor como Déjame salir.

Si se puede hablar de derrotadas en unos premios tan volubles como los Oscar, Los archivos del Pentágono, El hilo invisible se llevarían la palma porque Dunkerque, la obra de Christopher Nolan que tras su estreno ya era etiquetada como "cine llamado a arrasar en los Óscars, fue la segunda más distinguidas de la noche con tres estatuillas en terrenos técnicos: la mejor edición de sonido, la mejor mezcla de sonido y el mejor montaje. Coco y su efervescencia mexicana era la segura vencedora como mejor título de animación, sumando la mejor canción. Blade Runner 2049, una de las olvidadas, se conformó con los mejores efectos especiales y la mejor fotografía del gran Roger Deakins tras trece nominaciones.