"Eso de que Inditex le ha dado una nueva personalidad estética a A Coruña es un cuento chino inventado por los medios de comunicación". Toma castaña. Esta afirmación, que podría provenir de cualquier coruñés anónimo apoyado en la barra de un bar, tiene relevancia porque salió de la boca de alguien que sabe de lo que habla. En concreto, del filósofo y antropólogo Iñaki Domínguez (Barcelona, 1981), autor del aclamado Sociología del moderneo (2017), en el que disecciona con ojo clínico las subculturas pop subordinadas a las tendencias. Aunque sí, lo cierto es que lo dijo apoyado en la barra de un bar.

Pero la impactante cita con la que empieza este artículo no es gratuita. Fue pronunciada en el fragor de una charla en la que se trataron otros muchos temas. El caso fue que, aprovechando unos días de vacaciones en la ciudad, el escritor aceptó tener un encuentro nocturno con el que esto escribe, con la intención de hablar largo y tendido tanto de su primer libro como de su más reciente ensayo, Signo de los tiempos. Visionarios, locos y criminales del siglo XX. Ese era el plan y así comenzó la velada, después de la cena y sus correspondientes café, copa y puro. Ya entrada la noche y cómodamente apesebrados en el muy herculino Bristol Bar, la grabadora se puso en funcionamiento y la cosa empezó a salirse de madre.

Porque mucho de lo que se dijo es completamente irreproducible. Volaron los exabruptos por ambos bandos y los acalorados cruces de opiniones a voces. Aunque siempre se llegaba a un acuerdo, como en una especie de sketch protagonizado por unos Beavis & ButtHead culturetas. Porque el tema a tratar era, básicamente, la común pasión de ambos contendientes por el lado más oscuro de la cultura pop del pasado siglo. Ese es el tema de Signo de los tiempos, en el que Domínguez repasa la trayectoria de algunos de los personajes más extremos de la pasada centuria, desde el skater forajido Jay Adams al rockero Arthur Lee, pasando por Ulrike Meinhoff y el omnipresente Charles Manson. Lo mejor de cada casa, vamos.

"La verdad es que los elegí aleatoriamente -admite el autor sobre su criterio a la hora de escoger a sus protagonistas-. Pero al final del libro, en la conclusión, me he dado cuenta de que mi elección tenía sentido. Por ejemplo, con veintipocos años me obsesioné con la vida del actor porno John Holmes, cuya historia ocupa el primer capítulo del libro. Un amigo se había bajado de Internet un documental sobre su vida y lo vi como cincuenta veces. Y alucinaba, claro".

El interés de Domínguez por los personajes inusuales e impactantes viene acompañado, por pura necesidad, de una flexibilidad a la hora de buscar fuentes equiparable al de una gimnasta olímpica soviética y totalmente alejado de la rigidez académica: "Es cierto que yo, cosa rara que veía, cosa rara de la que me hacía fan. Veía mucho el Canal Estilo -recuerda entre carcajadas- e internet es una fuente inagotable. Así descubrí cosas fascinantes, como la serie documental Gangland".

Las bandas callejeras retratadas en la citada serie gozan de una amplia representación en Signo de los tiempos. Por sus páginas desfilan tanto Huey P. Newton, fundador de los Panteras Negras, como Stanley Tookie Williams y Carlos La Sombra Torres, creadores respectivamente del gang de Los Angeles The Crips y de los latinos Ñetas. Tres hombres que lucharon, a su manera y en unos contextos extremos, contra las injusticias. "Tookie Williams era increíble. El tío más chungo que has visto en tu vida. Era el más chungo de la cárcel, muy macarra. Pero eso mola, porque el rollo carcelario es muy triste, los abusos estaban a la orden del día", apunta el autor madrileño.

Domínguez destaca también la amplia bibliografía que existe sobre un tema tan poco conocido en Europa, cuyo lejano eco llegó a través de la explosión del rap gangsta de la década de los noventa: "El propio Williams escribió varios libros. Hay una literatura negra muy buena entre los sesenta y los noventa que aquí ni se traduce. Por ejemplo, Monster, de Shanyika Shakur, es tremendo. La lucha de bandas entre los Crips y los Bloods es un tema fascinante y a la vez vergonzoso, el skater y activista de izquierdas Stacy Peralta dirigió un documental sobre el tema, en el que denunciaba que en 40 años se habían matado más de 15.000 personas. Una salvajada".

Pero si en este país se sabe poco de los gangs, la ignorancia sobre los orígenes de las bandas latinas se ve además alimentada con toneladas de amarillismo y una demonización de inequívoco tufo racista. "Carlos La Sombra, el padre de los Ñetas, era muy parecido a Tookie Williams. Logró que los presos se organizaran contra los abusos y las violaciones que sufrían, y eso que él era un tirillas. Hay una foto en la que salen mil presos con él en el patio de la cárcel, apoyándolo. Pasaban cosas vergonzosas y él se opuso. Lo mataron por eso", explica el antropólogo.

Casi nada. Pese a que nuestro protagonista asegura no sentir especial predilección por ninguno de los protagonistas de su obra, fue encender la grabadora y ponerse a relatar las historias talegueras más escabrosas que se puedan imaginar, con el fin poner en valor las trayectorias del Crip y el Ñeta. Pero por el libro desfilan otros personajes que escribieron la historia del siglo XX desde sus márgenes y zonas muertas, como el asesino en serie Ed Gein, el productor discográfico homicida Phil Spector o la millonaria reconvertida en terrorista Patty Hearst. Un mosaico heterogéneo y no muy adecuado para los pacatos tiempos que corren. "Seguimos en una época como la de Allen Ginsberg, que en 1968 no pudo recitar en televisión su poema Howl, por su contenido. Era uno de los favoritos de Jim Morrison. Casi ni pude escribir este libro. No se puede hablar de nada, es inaceptable", lamenta.

En Signo de los tiempos el autor entra en un terreno pantanoso que no se adivinaba en su Sociología del moderneo, en el que abordaba temas sociales y económicos relacionados con el estilo y la moda, lejos de los boxeadores fracasados, las actrices chifladas y los serial killers que pueblan su nuevo libro. Así que era inevitable que la charla derivase hacia la opinión de Domínguez sobre diversos temas conectados con A Coruña, una ciudad obsesionada todavía con las barbas hipsters y los cupcakes, mientras que las grandes urbes mundiales están ya a otras cosas: "La moda esta del trap, por ejemplo, sigue una estética que ya se veía en la película francesa El Odio (Mathieu Kassovitz, 1995) y no dejan de ser las pintas del rap pero sin mal rollo. Los traperos son muy buena gente, no como los raperos, que eran muy macarras. Yo viví la explosión del rap, incluso pinté graffiti y esto, en comparación, es algo de risa, inofensivo".

La conversación continuó entre insultos gruesos hacia iconos de moda mainstream, reflexiones sobre mitos literarios indignos de su fama y loas a bandas pioneras del heavy metal de los años sesenta. Un popurrí de temas de alto voltaje y a volumen brutal que no pudo estar más alejado de la típica y aburrida entrevista promocional, en una velada con un desarrollo posterior tan nebuloso e inquietante como los individuos recordados por Iñaki en Signo de los Tiempos.