"Un muy buen amigo y un mal marido". Así resumió Rosario Porto, acusada junto a su exesposo de la muerte de Asunta en septiembre de 2013, la relación con Alfonso Basterra. A medida que su vínculo emocional se deterioraba, hasta su divorcio a principios de 2013, la relación entre madre e hija se estrechaba y, según relató la abogada compostelana imputada por el fallecimiento de su pequeña, a los 12 años, desde 2010 hubo "episodios violentos" por parte de Basterra hacia ella, pero nunca hacia la niña, aclaró.

Los especialistas del Instituto de Medicina Legal (Imelga) encargados de realizar el peritaje psiquiátrico a Rosario Porto, con la absoluta colaboración y disposición de la acusada para responder a sus preguntas, explicaron ayer en la sesión de pruebas periciales que Porto desveló en las entrevistas (se realizaron cuatro) episodios violentos por parte de su exmarido, "entre tres y cuatro al año". Durante el juicio, Rosario no fue clara con este tema: si bien previamente había indicado que hubo una escena violenta el día de la separación, en la que ella se fue de casa buscando refugio en amigas, en su declaración oficial no fue tan clara y evitó cargar contra su exmarido en este tema, vinculándolo a algo normal en un momento incómodo y difícil por el divorcio. También Basterra siguió esta línea y expresó que ese día de la discusión, tras enterarse y confirmar que tenía un amante, el que se fue de casa fue él, según su versión. En el peritaje psiquiátrico, realizado por expertos del Imelga tras el fallecimiento de la pequeña, figuran dichos episodios, narrados por ella, con toda claridad. Como apuntilló al final de la declaración la abogada de Alfonso Basterra, Belén Hospido, "según la versión de la acusada".

En cuanto a la relación con Basterra, Porto indicó que al principio él se mostraba "correcto, encantador y educado" pero, a medida que la relación avanzó y empezó a deteriorarse, se mostraba "apático, raro, imprevisible y excesivamente puritano", adjetivo que, según el forente del Imelga, Rosario utilizó en referencia a la relación sexual con su exmarido. Desde 2012 ella mantenía una relación, "con encuentros puntuales", con el empresario de Vedra. Precisamente Porto relató a los expertos del Imelga que el día anterior al 21 de septiembre pasó la tarde con él, hasta la madrugada. Expresó que esa tarde Basterra la llamó varias veces y ella "puso excusas", como solía hacer en situaciones similares, según su propia narración.

Los peritos detectaron cinco episodios depresivos en la vida de Rosario, el primero a los 21 años, cuando regresó de Erasmus porque no se adaptaba, y el segundo sería en la boda, en el 96. Los dos últimos episodios, documentados, serían en el 2009, cuando Rosario ingresó voluntariamente en una clínica privada de Santiago, y el último en el verano de 2013. A pesar de estar ya separados, Basterra la acompañó, en el ingreso y después. Rosario describió que Basterra la cuidaba y en esa situación los especialistas consideran que se trataba de agradecimiento por parte de Porto, "pero no de dependencia". Sí es cierto que Porto experimentó sentimientos ambivalentes hacia él pese a llevar meses divorciados (en el sentido de replantearse o no volver).

Los especialistas confirmaron que Rosario estaba "muy preocupada" por la niña, por su bienestar y su eduación, y también "sobrecargada" puntualmente. Temía que tanto el lupus como los episodios depresivos le impidieran ser una buena madre.

Para los especialistas, Rosario Porto padece "trastorno depresivo recurrente", no obstante, aseguran que no existe "relación causa-efecto" entre la enfermedad y los hechos. "Esa depresión recurrente no influyó para nada en cualquier tipo de acto que se le imputa", apuntó uno de los forenses del Imelga. Su trastorno no afecta a su imputabilidad.Los encargados de su examen psiquiátrico concluyen que la sintomatología en la acusada "no era tan intensa" como para poder vincularse a un hecho como por el que se le juzga. Aseguran que la depresión no afectan "ni a su voluntad ni a su comprensión".