La nueva primera dama francesa no tendrá que renunciar a los tacones para no empequeñecer a su marido. Valérie Trierweiler y su pareja, el presidente François Hollande, no sufren el mal de altura que obligaba a su predecesora, Carla Bruni, a resignarse al zapato plano desde su boda en 2008 y encaramaba a Nicolas Sarkozy en unas alzas. El encuentro de ambas mujeres en el palacio del Elíseo marcó las distancias entre ellas. La que se va fue modelo, cantó más o menos bien, es esposa y madre de un hijo con su marido.

La que viene es periodista, está divorciada y es la 'compañera'. Desprovista voluntariamente de glamour, con el cuerpo aún no recuperado su peso habitual tras el embarazo y el parto, Bruni, 45 años, optó en el trasvase de poderes por unas bailarinas y un traje de chaqueta y pantalón negro demasiado ajustado. Y una camiseta blanca holgada. Discretísima y comodísima. Para algunos, quizá demasiado.

En cambio, Valérie Trierweiler, de 47 años, se puso de punta en blanco y negro con un vestido corto de gasa y una tira de raso en la falda como remate. Por encima, un abrigo blanco.Y con zapatos salones de tacón grises y una cartera de mano blanca. Se notaba que había pasado más tiempo en la peluquería. Sobria y elegante.Y muy segura de sí misma, sin resultar arrogante.

Al margen de las a menudo engañosas apariencias, Bruni y Trierweiler tienen muchos puntos de divergencia. El pasado estelar de la primera, por ejemplo, ha marcado su relación con los medios, especialmente tras el nacimiento de su hija Giulia el año pasado: sus roces con la prensa más cotilla acabaron en franca hostilidad. "Con mi experiencia con los medios, soy lady Gaga", dijo en cierta ocasión aludiendo a su habilidad para disfrazarse y pasear por París sin que nadie lo advirtiera. "Con mi peluca nadie me reconoce en el Metro. Recientemente me registraron el bolso en una visita al Museo de la Marina", contó muy ufana.

Si Bruni hizo historia al convertirse en la primera dama que se convierte en madre ocupando el Elíseo, Trierweiler y su compañero lo hacen al ser la primera pareja no casada que preside el país francés. A ocho de cada diez franceses les importa poco ese extremo. De hecho, una reciente encuesta situaba a la pareja socialista como la más popular, con un 40% de aceptación, muy por encima del 26% de Sarkozy y Bruni.

Si Hollande ha prometido un cambio importante en la política gala, su pareja ya ha traído al palacio unas circunstancias muy distintas de las de su predecesora, de la que ideológicamente se sitúa en las antípodas.

Por ejemplo, que no va a dejar su trabajo de periodista en el semanario 'Paris Match' (allí empezó en 1989) y en el canal de televisión Direct 8, y que no vivirá del dinero del contribuyente. Tiene muy claro que, como primera dama, tiene un papel secundario, y eso como periodista le viene muy bien. Ni hablar (por el momento, la vida da muchas vueltas y muchos vuelcos cuando hay palacios de por medio) de imitar a Bruni, que cortó su incipiente carrera musical, aunque muchos de sus colegas piensan que el conflicto de intereses será demasiado fuerte a corto plazo.

Eso sí: su terreno informativo, lógicamente, tendrá que estar alejado de las arenas movedizas de la política. Ya no es una periodista más. Duerme con el presidente.

Gracias a su profesión, a Trierweiler no la va a impresionar el carrusel de viajes que la espera, ni encontrarse con altos dirigentes, ni mucho menos las situaciones incómodas que puedan producirse en lugares donde una mujer que no está casada con su compañero pueda estar mal vista.

LAS OTRAS PRIMERAS DAMAS

Elvira Fernández (España): Licenciada en Económicas y discreta como pocas, Viri, como la llaman en sus círculos más cercanos, siempre ha permanecido en un segundo plano, como esposa del candidato y ahora, del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

Samantha Cameron (Reino Unido): La esposa de David Cameron es 'adicta' a la moda, de hecho es embajadora del Consejo de Moda Británico. Estudió en la escuela de arte de Bristol y es directora creativa de una empresa de papelería, que cuenta con selectos clientes, como Kate Moss o Naomi Campbell. Luce un tatuaje en su tobillo derecho.

Laura Ferreira (Portugal): La segunda esposa de Pedro Passos Coelho es de origen africano. Nació en Guinea Bissau y es licenciada en Fisioterapia. Desde su presentación oficial ha aparecido en numerosos actos públicos junto a su marido e incluso ha posado para algunas revistas del corazón.

Elsa Antonioli (Italia): Casada desde hace 40 años con Mario Monti. Natural de Milán, es Licenciada en Ciencias Políticas y dedica su vida a acompañar a su marido a todas partes y a su labor en Cruz Roja. Su afición: la ópera.

Lyudmila Putina (Rusia): Su historia de amor con Vladímir fue retratada de un modo 'sui generis' en una película que el Kremlin no permitió que viera la luz hasta que éste abandono la presidencia en 2008. Poco o nada se sabe de la vida privada de la pareja. Hace unos año se llegó a decir que Putin había enviado a Lyudmila a un monasterio en la remota región de Pskov.

Hayrunnisa Gul (Turquía): Fue la primera mujer cubierta con un velo islámico (hiyab) en intervenir ante la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. Es una firme defensora de los derechos de las mujeres y de la infancia.

Relaciones y separaciones

Va de líos. En una esquina, Carla Bruni, modelo y cantante italiana que no ponía reparos a aparecer desnuda y que a los 19 años dejó caer su carrera de arquitectura para desfilar. Su pasado amoroso, según algunas biografías, presenta un amplio catálogo de historias sentimentales con estrellas del mundo del espectáculo y algún que otro político (Eric Clapton, Mick Jagger,Kevin Costner, DonaldTrump...).

Su relación más impactante fue, sin embargo, la que tuvo con el profesor economía Raphael Enthoven, con quien tuvo un hijo. La ex de Raphael, una escritora, aseguró que Bruni había sido antes amante del editor Jean-Paul Enthoven, padre del joven y futuro suegro. Mon Dieu!

Enfrente, Valérie Trierweiler, periodista que estudió Historia y Ciencias Políticas. Tras un primer divorcio con novio de juventud, sin descendencia, Valérie se casó con el periodista Denis Trierweiler, subdirector de 'Paris Match', con quien tuvo tres hijos, y de quien conserva el apellido.

Todo perfecto hasta que llega el flechazo de François Hollande, esposo de su amiga, la política socialista Ségolène Royal, con quien tenía cuatro hijos tras veinticinco años de relación. Los dos matrimonios y sus siete hijos pasaban mucho tiempo juntos. Y del roce... Algunas fuentes afirman que Trierweiler y Hollande eranamantes cuando ella seguía como periodista la campaña de su amiga Royal como candidata contra Nicolas Sarkozy, que también vivía grandes turbulencias sentimentales. Separado de Royal, Hollande ya no tiene nada que lo separe deValérie. Oh là là.

Si Bruni y Sarkozy representaban a una familia 'antigua' en el sentido de que el marido lleva la voz cantante y la cantante aparca su voz para ejercer de madre y esposa, Trierweiler simboliza lo contrario, aunque conviene matizar que durante la campaña ella sí dejó su profesión para seguirlo a todas partes como una partidaria más.

Rastreando las declaraciones de Trierweiler se pueden encontrar pistas sobre su personalidad. Por ejemplo, que le encanta ir al mercado, que se esmera en el vestir desde los 18 años por educación más que por ganas de llamar la atención, y que eso la mantiene muy alejada de la ropa descuidada o informal.

Aparte de eso, no tiene reparos en demostrar que le gusta leer, ir al teatro, estar al tanto del cine menos comercial. Se considera un ama de casa orgullosa de serlo (no es incompatible con trabajar fuera, queda claro en su caso) que mantiene a sus hijos y tiene la nevera siempre en perfecto estado de revista. Su bien alimentada cuenta de Twitter (la han apodado Tuitweiler) es un buen termómetro de su rutina intelectual, con reflexiones recientes sobre MarioVargas Llosa y TennesseeWilliams. A Bruni le tira más el monte de la farándula: salió unos minutos en una película de Woody Allen, Carla Bruni y Valérie Trierweiler.