Jesús del Pozo 1946-2011 (Turner), que se presenta hoy, plasma en testimonios, bocetos y fotografías la vida y obra del diseñador en un relato a muchas voces, que entrelaza su lado más cercano, narrado por miembros de su pandilla de juventud y sus amigos de viajes, con su faceta más profesional, dos lados de una persona que a menudo se fundían en uno. "Jesús tenía dos valores, el trabajo y la amistad, casi peligrosamente inseparables, era una especie de lote, convertía a sus amigos en colaboradores y viceversa", cuenta a Efe María Eugenia Alberti, editora del libro, además de amiga, profesora y clienta de Del Pozo.

Alberti conoció al diseñador cuando este regentaba su primera tienda, un pequeño local en la calle Almirante, a unos pasos de la cestería familiar propiedad de los padres del madrileño, fallecido en el año 2011. Compañera de pandilla de su juventud, también se encargó de enseñarle francés a Del Pozo cuando el modisto empezaba con su expansión internacional, a principios de los años setenta. "Le di clases a Jesús, sin ningún éxito, he de confesar", admite con nostalgia la editora, recordando las lecciones que discurrían entre risas y anécdotas, pero que se negó a cobrarle porque solo consiguió meterle en la cabeza "el nombre de cinco telas".

Juan Gatti, diseñador gráfico cuyas fotografías han contribuido a crear la imagen de Del Pozo, el fotógrafo Javier Vallhonrat, la modelo Violeta Sánchez, o su musa, la cantante Ana Belén, que rememora en el libro la primera vez que entró en el taller del diseñador, también plasman su testimonio en un libro que abre la publicista Isabel Yanguas, "su consejera, mentora y amiga", en palabras de Alberti.

"Todos los que escriben lo han conocido personalmente (a Del Pozo), pero es imprescindible el testimonio de Luis Casablanca, al que yo llamo la memoria fílmica de Jesús, porque le preguntas qué luz había el día que le entregaron la Aguja de Oro, y se acuerda hasta de que llovía", dice la editora del ilustrador de cabecera del diseñador y la mano que firma los bocetos del libro.

En bocetos o en fotografías, las piezas más ic ónicas del diseñador ilustran las páginas, entre palabras que ensalzan su dominio de su paleta cromática -"me gustan los tonos, no los colores", matizaba siempre Del Pozo- o la maestría del pigmento que más lo caracterizaba, el negro. "Es cierto que la paleta de Jesús era muy amplia, se inventaba los colores", señala.