Una breve aparición en la película La La Land, favorita para los Óscar 2017, ha transformado el histórico club de jazz parisino Le Caveau de la Huchette en un lugar de peregrinaje para amantes de este musical venidos de todo el mundo. El club era ya un sitio de referencia del jazz en la capital francesa, y desde su apertura en 1946 había acogido a clásicos como el trompetista Ronald Baker, el batería Duffy Jackson o la cantante Nancy Holloway. Sin embargo, un minuto al final del romance que protagonizan Ryan Gosling y Emma Stone es lo que ha popularizado a nivel mundial el local.

"Chinos, alemanes, norteamericanos, cada vez vienen más", explica satisfecho Dany Doriz, el propietario, que calcula entre un 25 y un 30% el incremento de público desde que La La Land se estrenó en la gran pantalla.

Irónicamente, en la cueva subterránea en la que cada noche músicos de todo el mundo dan vida a las melodías más populares del jazz no se gritó jamás el famoso "¡acción!".

Las imágenes que aparecen en la película son una reconstrucción del local hecha a partir de fotografías, en la que las paredes y el suelo del mismo, si bien reconocibles, aparecen pintados de rojo. La productora les contactó por correo electrónico, solicitó algunas fotos y la posibilidad de explotar el nombre del club "sin dar muchos más detalles". Doriz asegura que hasta el estreno no sabía que eran para La La Land. Le Caveau de la Huchette, que además de sus conciertos nocturnos ofrece clases de swing por las tardes, cuenta como elemento característico con una pequeña pista de baile enfrente del escenario en la que decenas de parejas bailan al ritmo de la música.

Precisamente por ser "el único bar de jazz del mundo donde la gente puede bailar", la productora estadounidense lo eligió, piensa Doriz, que afirma que "ni en Estados Unidos quedan sitios así". Curiosamente, la historia del propio Doriz, músico de jazz durante los sesenta, setenta y ochenta hasta que compró el club, coincide con la del protagonista masculino de la película, el pianista Sebastian, que también persigue el sueño de montar un club de jazz. La masiva llegada de público internacional ha alterado de alguna manera la vida de Le Caveau de la Huchette, en el que el propio espacio refleja la división entre el público tradicional y los amantes de la película.