Ha sido esposa, madre, amiga, hija, estudiante a contracorriente o solvente empresaria en la popular Cuéntame. "Incluso la hemos visto ganar más dinero que su marido, algo que hace unos años había que manejar con una delicadeza espectacular", comenta Ana Duato. "Yo admiro a Mercedes. Está hecha de retazos de mujeres que han existido o existen. Tiene algo de tres generaciones: de la de su madre, sacrificada, ocupada del hogar, el marido y los hijos; de la suya, con ese empuje para cambiar las cosas y hacerlas más igualitarias, y de la de su hija, que ya tiene posibilidades de estudiar, realizarse como mujer y situarse profesionalmente a la altura del hombre".

Piensa que, de algún modo, ese personaje - por el que ha recibido los premios televisivos más importantes - tiene una razón de ser más allá de la ficción. "Es bueno recordar al espectador que las cosas no siempre fueron así. Que hubo un tiempo en que si en la familia sólo podía estudiar uno, siempre era el varón, aunque su hermana fuese más inteligente. O que para abrir una cuenta corriente era necesario el permiso del marido".

Comparte su vida desde hace 24 años con Miguel Ángel Bernardeau, productor de la serie y padre de sus dos hijos: Miguel y María. "Con los Alcántara tenemos cosas en común, pero somos una pareja más moderna. Muchos jóvenes me preguntan cómo se puede esquivar la erosión del tiempo. Tiene que haber mucho amor. No me avergüenza decir que incluso estoy más enamorada que antes. He tenido la suerte de encontrar a esa persona con la que creces y evolucionas. Nuestros caminos discurren en paralelo en muchas cosas: la forma de pensar, de ver la vida, de vivirla. Hay ahí un componente de amistad que es muy difícil que se rompa".

Confiesa haber tenido una relación fluida con el otro sexo. "Me llevo bien con ellos. Con mi padre, al que adoro, admiro y respeto; con mis hermanos, que me han enseñado que si quieres algo, hay que pelear por ello y a comprender cómo son los varones desde niña; con mis amigos, que son tantos como mis amigas, y con mi marido, que me hace muy feliz".

Lo que más le gusta de los hombres es "su sinceridad y lealtad. Me gusta el que valora la verdad, la humildad y la generosidad; el que no se las va dando de nada, aunque sea una eminencia. Pero sería injusto no citar lo que admiro de las mujeres. Ante todo, su fuerza y su capacidad para dar a los demás sin pedir nada a cambio; su mayor permeabilidad ante el cambio y esa mezcla de intuición y comprensión hacia lo humano que, si son madres, se subraya aún más".

Testigo de primera mano, como embajadora de Unicef, constata que en África, "son las mujeres las que mueven la vida desde el amanecer, recorriendo kilómetros para buscar agua, comida, cuidar de los hijos. No hay comparación posible con las mujeres de aquí más allá de la lucha por los nuestros".

No minimiza las diferencias entre sexos. "Creo que, en muchas cosas, somos polos opuestos. Hay intereses que compartimos, como el crecer profesionalmente, pero la mayoría de las mujeres prioriza el bienestar familiar, y si tienen que elegir, muchas optan por limitar su dedicación laboral.

Eso, pocos hombres lo harían. Para mí, eso lo marca todo. Yo estoy muchos días en el camerino dándole vueltas a mil cosas. Pensando en la compra, en la cena, en si puedo recoger a mis hijos. Al timón de ese otro mundo, vaya". Esa distancia entre unos y otros al encarar la vida la encuentra incluso en las primeras etapas de la vida. "El hombre es menos enrevesado. Eso lo notas enseguida si eres madre, como yo, de un niño y una niña. A mi hijo, de pequeño, sólo le importaba dónde estaba la pelota y quiénes querían jugar con él. Mi hija se pasa el día ´que si Fulanita me ha dicho, que si mira lo que ha pasado en clase, con tal o cual´. Somos más complicadas".

Sin embargo, también critica rasgos de ciertos varones. "No hay nada más lamentable que ir de prepotente y pensar que eso resulta atractivo a la mujer de hoy. Tampoco soporto lo impacientes que son. ¡Especialmente si tienen hambre!".