Después de tanto bregar en la utópica batalla sobre la igualdad de género en este país, desgraciadamente muy pocas victorias se hayan en el haber de las féminas, no por su falta de tesón y constancia en el esfuerzo, sino porque el llamado macho ibérico es sabedor de que si llegase a perder su creída y fanfarrona condición de alfa a favor de las mujeres jamás volvería a recuperarla. Y ese es un temor que más temprano que tarde, pese a ser reacio, consciente es él que fraguará.

Pero la cuestión es que parece que nos gusta ir para atrás en lo que a derechos civiles se trata, ya no solo por aceptar a pies juntillas recorte tras recorte en las libertades individuales sin poder decir esta boca es mía, sino que cuando se pudo desterrar el terrorífico término de mujer florero de nuestras costumbres más hispanas y sonrojantes, resulta que ciertas señoras prefieren jugar al despiste y aceptar su papel segundón en la cadena de mando.

Verán. Suena poco creíble y hasta un pelín burlesco que alguien pueda flaquear tantísimo en la memoria, abundante en animales tan simpáticos como el elefante, y que ante la pregunta de que si usted sabía que su marido hacía estas cositas tan fraudulentas y reprochables repita una y otra vez no me acuerdo, lo desconozco o en sus asuntos que se yo pobre señora de fulano de tal. O vaya la torpeza e ingenuidad de servidora cuando ve llegar a su pareja todos los días con bolsas de la basura repletas de billetes y no se le ocurre preguntarle de dónde provienen. Incluso hay señoras que no recuerdan haber visto coches de alta gama propiedad de su cónyuge al lado del suyo en el garaje familiar. Vaya una cabeza.

Ya no duele a la vista cuando leemos día tras día noticias sobre la corrupción que se ha expandido cual planta regadera por todos los ámbitos de la sociedad, también duele pensar en el mañana que dejamos a nuestras hijas cuando todavía hoy hay mujeres que prefieren ocultarse tras el poder y nombre de sus maridos para no aceptar, como propias o compartidas, las consecuencias de sus actos.

Otro triste paso atrás para el género femenino.

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