Grosso modo, desde que Ortega y Gasset pronunciara aquellas sabias palabra: "?yo sostengo que el problema catalán es un problema perpetuo que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar?" ha habido una revolución en la que el Torra de entonces (Companys) ha declarado la república catalana, y ha firmado unas cuantas sentencias de muerte. Le ha seguido una guerra civil en la que se llevó por delante la vida de muchos españoles. Le ha seguido una dictadura de 40 años con represalias y muertes, entre ellas la del propio Companys. Llega luego una democracia de otros 40 años en la que el Companys de ahora (Puigdemont) aprovechó para proclamar otra declaración de independencia, con el resultado de todos conocidos: los arrestos e ingreso en prisión -a espera de juicio-, y las consabidas huidas de España, de los (i)responsables.
Pues bien, durante todas estas vicisitudes, las únicas palabras llenas de sensatez y sentido común las pronuncia un policía autonómico catalán que, en el fragor de la batalla contra los violentos manifestantes, entre los que había funcionarios catalanes compañeros suyos, le largó a un guarda forestal que decía que él defendía la república: "La república no existe, imbécil".
Esto demuestra que el ilustre filósofo está en lo cierto. Pero el señor Sánchez, que de tanto volar, aunque el Falcon aterrice él sigue en las nubes, puede continuar elucubrando soluciones milagrosas, que son las que mantienen la ilusión de los "imbéciles", que dijo el mosso.
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