En el año 1941 el Instituto Nacional de Estadística comenzó a recopilar datos demográficos en España, desde entonces se constata que el primer semestre de 2018 arroja las cifras más bajas de nacimientos registrados, así como las más altas en cuanto a defunciones. España vive un invierno demográfico en toda regla. El diagnóstico es claro. La cuestión ahora es qué hacer.

La edad en la que las parejas tienen su primer hijo se retrasa, por lo que disminuye la posibilidad de tener más de un hijo. Sabemos también que en las encuestas sobre familia, las parejas confiesan el deseo de tener más hijos. No existen políticas públicas de fomento de la natalidad, y tampoco existe un marco laboral idóneo para la conciliación del trabajo con la vida familiar. No hay tiempo que perder porque este es un tema grave que afecta al presente y al futuro de la sociedad española, que compromete la viabilidad de las pensiones y los servicios sociales, que afecta a la vida y a las relaciones familiares e impide el desarrollo pleno de derechos básicos.

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