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"El grupo era peligroso y tenía al rehén en una cueva para cerdos", asegura la Guardia Civil

"Cuando lo rescatamos [al maderero], rompió a llorar. Pensaba que iban a acabar con él", declara un agente, que definió el zulo como "penoso", con "orín y defecaciones"

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"El grupo era peligroso en base a los antecedentes de Jesús Mejuto, el organizador, al que le constaba un homicidio ya prescrito en Asturias y una participación en un atraco a una entidad bancaria", destacó ayer ante el tribunal de la Audiencia el guardia civil que instruyó el caso del secuestro del empresario maderero de Cambre, de 41 años, en enero de 2014. El afectado, que fue introducido a punta de pistola en el maletero de un coche en un monte de Aranga, fue retenido durante cinco días hasta que fue rescatado por la Guardia Civil. La primera noche la pasó en una casa en ruinas situada en Palas de Rei (Lugo), y, el resto, en una caseta de una vivienda del lugar de Xar, en Lalín. "Era una cueva para cerdos. Hacía un frío tremendo, siete grados. Estaba sucio y en un estado lamentable para cualquier persona, era propio para unos cerdos", describió el funcionario instructor.

Los hermanos Mejuto, a los que los investigadores apuntan como cabecillas, alegaron durante el juicio que el secuestro lo habían decidido "sobre la marcha" porque, en principio, su intención era "darle unas hostias" al hermano de la víctima para que les pagase una deuda de 20.000. A la cita en el monte de Aranga, concertada bajo el pretexto de vender unos eucaliptos, fue Abel Diéguez en lugar de Jorge Diéguez, el objetivo inicial. "Fue todo en caliente, en vapor, en ningún momento se pensó en secuestrar, fue sobre la marcha. No sabíamos qué hacer con él. Queríamos meterlo en el coche, darle unas hostias y que nos diese el dinero que le robó a mi padre. Luego, se complicó porque apareció la persona que no era", contó Jesús Mejuto.

Los funcionarios de la Guardia Civil, sin embargo, sostuvieron ayer ante el tribunal que tienen constancia de que los procesados vigilaron la empresa maderera dirigida por la víctima y su hermano desde tres meses antes del secuestro. Así, informaron de que en una cámara hallaron fotografías tomadas en octubre de 2013 en las que se ve "la empresa de Abel, vehículos de la familia, la vivienda de los padres de Abel...". El agente negociador concluyó que el rapto estaba "gestionado y planificado" porque en las conversaciones intervenidas "se rendían cuentas de cómo estaba la negociación". Los funcionarios relacionaron a Abel Diéguez con los Mejuto por una llamada que realizaron al padre de la víctima, en la que le anunciaban que lo "soltarían" porque la deuda con ellos la tenía su otro hijo, Jorge Diéguez. La Guardia Civil, tras tener conocimiento de ese contacto, interrogó a Jorge, quien reconoció los "problemas" con los Mejuto. A partir de ahí, intervinieron los teléfonos de los sospechosos, los investigaron y les hicieron seguimientos.

Los imputados también contactaron con la mujer del rehén, la amenazaron y le exigieron 70.000 euros a cambio de su liberación. Incluso llegaron a dejarle una carta que le obligaron a escribir a su marido en el buzón de su casa. "Cuando lo rescatamos, Abel rompió a llorar. Tenía entre sus manos fotos de su mujer y su hijo. Estaba en shock porque pensaba que iban a acabar con él", describió uno de los funcionarios. En los informes técnicos de la Guardia Civil consta que el habitáculo en el que lo hallaron, situado al lado de la casa de los suegros de uno de los Mejuto, medía 1,80 de largo, 1,35 de ancho y 1,54 de largo. "Era penoso, había orina y defecaciones al lado del colchón", describieron.

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