"Ser conocido por hacer comedia ha sido un hándicap. Tuvimos que demostrar más"

Nació en Santander, pero creció en un Nueva York que le abrió los ojos al blues que ahora sube al escenario. Jimmy Barnatán, cantante, escritor y actor conocido por papeles como Chucky, de Los Serrano o Kenny de Torrente 5, estará esta noche a las 20.00 en el Playa Club como parte del fin de gira de su álbum Bourbon Church, un conjunto de "temas oscuros" compuestos junto a su grupo Jimmy Barnatán & The Cocooners.

-¿Cuál la religión de Bourbon Church?

-Es una iglesia macarra para la gente que no tiene iglesia. Un sitio en el que entrarías, en vez de a las doce de la mañana, a las doce de la noche, y del que saldrías con los ojos enrojecidos por el alcohol.

-Es un disco en su línea, de blues. Hace años dijo que no interesaba el blues hecho por un español, ¿sigue siendo así?

-Yo creo que ahora sí interesa, lo que pasa es que para los grandes medios y las radios el abanico es muy cerrado. No salen del dichoso indie, que es una música mal hecha, mal ejecutada y mal compuesta, ni del pop repugnante. Y el blues, que tiene un nivel muy alto en este país, se aprecia mucho más fuera.

-¿Qué tiene el blues que no tengan el indie y el pop?

-No lo sé. Desde luego hay una pasión que tiene el blues y que puede tener el flamenco, y que para mí no tienen.

-En Bourbon Church cuenta con 7 coristas gospel, ¿fue un homenaje a su primera actuación en esa iglesia de Harlem?

-No es un homenaje, pero todo se mueve en la misma dirección. Ahora, sin ir más lejos, me voy al terminar la gira a Nueva York para estar otra vez en mi casa durante las vacaciones. Y sin duda iré a esa iglesia donde empezó mi carrera.

-¿Estaba nervioso en ese primer concierto?

-He tenido nervios desde que me conozco, siempre con crisis existenciales desde los tres. A la iglesia iba los domingos, me sabía las canciones y un día una señora me dijo "vente el domingo que viene a cantar". Me uní al coro y cuando terminó el oficio me llevaron a una jam session, mi primer show real.

-¿Hasta qué punto fue Nueva York determinante en su vida artística?

-Ha sido absolutamente determinantes. Desde niño he tenido la oportunidad de pasear por sus calles y mezclarlas con las de Santander.

-¿Recuerda el momento en el que supo que quería ser artista?

-No realmente, pero recuerdo que cuando era crío quería ser actor, como Pepe Martín. Lamentablemente todavía no lo he conseguido.

-Pero sí se hizo muy popular. En Los Serrano, por ejemplo. ¿Le ayudaron sus éxitos como actor en sus otros proyectos?

-Para la música son puertas cerradas. El ser conocido por hacer comedia -que es maravillosa, lo más serio que he hecho en mi vida- ha sido un hándicap. Hemos tenido que demostrar más que cualquiera por los prejuicios de la gente.

-Aún así ha triunfado en muchas áreas. ¿La música fue la meta más complicada de todas?

-Yo metas como tales no me pongo. Esto es una carrera de fondo, no un esprint. En todos los anuncios se dice "sé tú mismo, cumple tus sueños", pero es todo mentira. Los sueños se cumplen por eras.

-¿Cumplió usted los suyos?

-Los voy cumpliendo, pero sin ninguna ansiedad por ello.

-Le decía antes que se le dan bien muchas cosas, ¿para qué no vale Jimmy Barnatán?

-No valgo para pintar.

-¿Lo intentó?

-No, no lo intenté. Es solo que sé que no valgo, así que ya no me meto en ese berenjenal [se ríe].

-¿Le habría gustado?

-Sí, aunque lo que de verdad me habría encantado ser es arquitecto. Es mi vocación frustrada.

-¿Por qué no lo fue?

-Porque era un coñazo estudiar arquitectura [se ríe]. Pero no es una frustración que sea un lastre en mi vida, disfruto mucho, leo muchos libros de arquitectura?

-Tendrá tiempo en las vacaciones que se va a tomar. ¿Qué hará después?

-Seguir con la obra La cabeza del Bautista y en diciembre grabar una edición especial del disco con secuencias de radionovela que narren la ceremonia del Bourbon Church. Hasta el verano que viene está bastante cubierto. Y luego, a seguir girando.