Síguenos en redes sociales:

Obituario

Mips, la alemana que quiso ser coruñesa

Mips, la alemana que quiso ser coruñesavíctor echave

El 29 de septiembre de 1968 era el día de su cumpleaños y cruzaba por vez primera la frontera española. Venía con una beca para estudiar Hispánicas, y unos meses después se declaraba el Estado de excepción. Fue un curso perdido desde el punto de vista académico, pero ella aprovechó todas las oportunidades para seguir perfeccionando su español. Dos años después, la alemana Christianne Müller, volvía a Berlín, pero para casarse con el arquitecto y urbanista coruñés Juan Luis Dalda Escudero (1945-2011). Ayer, Mips, como todos la llamaban, murió tras pelear con uñas y dientes contra un cáncer.

Se fue con la sabiduría y generosidad que mantuvo durante toda su vida. Se despidió después de reunir a sus dos hijos, Max y Hanna, que vinieron desde sus lugares de residencia, Inglaterra y Barcelona; a sus nietos y a su única hermana, que vino desde Alemania con su marido. Después, cerró los ojos para siempre con una sonrisa en los labios, como era habitual en ella.

No fueron días de vino y rosas, por supuesto, pero Mips tenía una filosofía de la vida que le hacía no perder la menor ocasión y, aún en momentos duros desplegaba una enorme energía y voluntarismo. Bastaba un rayo de sol para que bajara a tomar el aperitivo en su moderna silla eléctrica con sus amigos. Y no sentía la menor pereza para ir a cenas o para convocar en su casa a almorzar. Lo hacia con verdadera alegría y nunca nadie le oyó una queja o le vio una mala cara. Así se comportó hasta hace menos de un mes. El mal tiempo la apartó unos días hasta que se hizo necesario su ingreso en el hospital. Supo que era el final. Duró un par de semanas.

En esos últimos días, sus hijos, dignos de ella, tuvieron el humor de informar cada mañana con unos partes médico-familiares que daba gusto y pena leerlos. Gusto, por lo bien que escogían las palabras para contarlo, por su tono, y pena, porque hicieron conscientes a los destinatarios de que la evolución de Mips era irremediable.

Esos mensajes hablaban de sus momentos de lucidez en los que recordaba pasajes de la infancia con su hermana y de sus últimas voluntades: quería que sus cenizas fuesen aventadas al mar, al que fuese, quizá al del Seixo Branco, porque, después de todo, pensaba ella, el mar llega a todas las orillas.

Voluntariosa como pocos, Mips palió con relaciones sociales y lecturas la falta de clases aquel año de 1969 en el que 24 de enero el Gobierno decretó por primera vez desde el fin de la guerra civil el estado de excepción en toda España para "luchar contra las acciones minoritarias sistemáticamente dirigidas a alterar la paz española... y a arrastrar a la juventud a una orgía de nihilismo y anarquía", Fraga dixit.

Leyó , entre otros, La Guerra Civil española, de Hugh Thomas, e incluso hizo un trabajo sobre la teoría del distanciamiento de Brecht en la obra de Valle-Inclán. Ahí es nada. Mips, hay que decirlo, siempre fue una devoradora de libros y hasta el final de sus días tenía su ebook a mano. El último mes, disfrutó con la lectura del último libro de Javier Marías, Berta Isla, y lo recomendaba. Le encantaba abrir discusiones sobre libros y cine y solía acudir a una tertulia liretaria.

En aquella España negra, vivía en la Residencia de Relaciones Culturales, en Madrid, la única residencia mixta que había entonces en España y en la que ella era la sola mujer española. "Allí conocí a mi novio", contaba en una entrevista a este diario: "Y, después de casarnos en Berlín, volvimos a España".

"Trabajé en Siemens de traductora y luego nos fuimos al Aiún para que él hiciera la mili. Trabajé en Fosbucraa y del Aiún nos vinimos a vivir a A Coruña, en 1974. Poco después me puse a dar clases de alemán en Fenosa a los ingenieros. Lo hice durante once años y, paralelamente, trabajaba como guía de los barcos; cada dos semanas atracaba un barco de bandera rusa con pasajeros alemanes", relató.

Fue pionera -y una "intrusa", como ella decía- hasta que en 1992 pudo examinarse y obtener el título oficial de guía en inglés y en alemán. Ese mismo año se licenció en Filología Inglesa por la Universidad de Santiago. Su primer trabajo de profesora de inglés fue en Cangas unos meses. Después, estuvo tres años en Curtis, y en 1898 entró en la Escuela de Idiomas, donde deja grandes amigos y compañeros. Ni qué decir tiene que hablaba perfectamente gallego y que se hizo coruñesa hasta la médula. En las ventanillas aclaraba que su apellido, Müller, era "como mujer, en gallego". El 28 de septiembre se cumplirían 50 años de su llegada a España.

Pulsa para ver más contenido para ti