• Crónica musical del concierto de la Orquesta Sinfónica de Galicia el viernes 21 de mayo en el Palacio de la Ópera
  • ‘Petite suite’ de Debussy, ‘Concierto para flauta’ de Ibert y ‘Sinfonietta’ de Poulenc
  • María José Ortuño, en la flauta, y José Trigueros, en la dirección

Dice mucho de alguien que allá por donde vaya presuma de donde es en su currículo. Así lo hace la flautista manchega de Caudete María José Ortuño, solista en una noche en la que la OSG regresaba a su antiguo escenario habitual, el Palacio de la Ópera, que ahora nos parece que tiene una maravillosa acústica. Ortuño mostró un dominio de escenario poco habitual en un músico que no dedica su vida a ser solista, y que incluso fue creciendo a medida que transcurrían los tres movimientos que conformaban el concierto de Ibert. Nos encandiló a todos los presentes, incluido nuestro exalcalde Paco Vázquez, que aplaudió a rabiar; con una musicalidad y expresividad desde el minuto uno, sin necesidad de templar o calmarse, sacando todo lo mejor de esa negra flauta de madera que utiliza como una extensión de su interior, con un continuo cambio de matices y juegos de vibrato que son una gozada, porque encuentra siempre los recursos adecuados sin abusar de ellos y sin que sean fuera de lugar, unidos a un control de la respiración que hace que el oyente se quede precisamente sin ella, preguntándose si no se le acabará el aire en esa frase y con ello la magia que nos trasmite.

Brillante concierto ovacionado por el público y correspondido con un precioso bis. Inició el concierto Debussy y fue impactante el primer pizzicato de los contrabajos —¡por fin hay acústica!— y ya no hablamos de la impresión de sentir la calidez de la sección de chelos en sus intervenciones. Un valor seguro Trigueros, manteniendo el tipo en esa ruidosa tarima, no solo un incordio para oyentes sino para cualquier músico. Es un maestro que dirige siempre con mucha mano izquierda, la mano de perfilar de los directores, con un dominio de la partitura que le permite dirigir Poulenc de memoria, demostrando con sus intervenciones estar muy por encima. Particularmente me gustó esa pequeña joya de tercer movimiento de Poulenc unido a la preciosa versión de Debussy y a lograr en todo momento que ninguna sección estuviera por encima de la flauta en Ibert, exceptuando los breves momentos en alguna de las intervenciones de las trompetas a lo largo de la noche. Buenas intervenciones de solos al arpa de Landelle, de trompa de Naval y de trompeta de Fernández.