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“Necesitamos saber la normativa con antelación, que sea realista y que no nos haga perder dinero”

La sala Mardi Gras es una de las que retomará la actividad musical en la ciudad tras un parón de meses. Reabrirán a partir del 1 de octubre, con un concierto de las Antonias, a las que seguirán Furacan y Os John Deeres (el 3), Los Plutones (el 4), Tunduru (el 6), Zenzar (el 9), Allova (el 11), Two Faces (el 13) y New Orleans Trio y Paula Martins (el 15). Al día siguiente tocarán Exit y Carla Green, el 17 Silvia Penide y Luga, el viernes 22 el grupo 7 Puertas y ese sábado Ketekalles. Forma parte del ciclo Xacobeo, patrocinado por la Xunta.

Pero para que el sector vuelta a funcionar, señala el programador de la sala, Tomi Legido, son necesarias tres circunstancias: que los negocios conozcan con la suficiente antelación la normativa que regirá su funcionamiento, que esta no les pida requisitos imposibles de cumplir y que permita realizar conciertos en los que la sala gane dinero.

Legido explica que “hay mucha incertidumbre; los trabajadores nos están preguntando en qué condiciones van a tener que trabajar”. Hay “dudas” sobre qué condiciones legales se les impondrán en los próximos días, y si estas serán las que “reclama” el sector.

Dentro de las peticiones, señala Legido, está que la normativa sea “realista”. “Una de las piezas clave es si la gente tiene que estar de pie o sentada. Es imposible, una vez que la gente está de pie” razona “garantizar que se cumplan las medidas de distancia, y, una vez que los clientes están dentro de la sala, yo no sé quiénes son los convivientes”. Esto, indica Legido, no es más peligroso que lo que ocurre en otros ámbitos, lo que ejemplifica con los viajes en avión: “Acabo de hacer uno, y estábamos juntos en el viaje, e incluso más juntos a la hora de recoger las maletas en la cinta. Tener la mascarilla lo damos por supuesto; a partir de ahí, que no nos pidan imposibles”, reclama el programador.

También es necesario, señala, dar unas condiciones suficientemente generosas para que abrir no suponga una debacle económica para las salas. En lo referente al aforo, señala que si se restringe es “dificilísimo” que un concierto en una sala de pequeño tamaño, como la suya, sea rentable. Por debajo del 70%, calcula, solo se producen pérdidas. Otro punto importante es el acceso a las barras. En 2020 Mardi Gras organizó algunos conciertos en julio, con todo el mundo sentado y el aforo al 50%. “Las cajas eran ridículas, no daban ni para pagar a los camareros” recuerda Legido, que, además de la falta de ingresos por la venta de entradas, señala que estas restricciones hacían que cayese la venta de bebidas. “La gente cogía una nada más entrar, se sentaba y se iba sin que hubiese rotación en barra. Es muy importante que la gente pueda acercarse allí sin temor y consumir allí”, argumenta.

Las normas que se pongan, en opinión de Legido, deben conjugar que “el público se sienta seguro” conque “no sea una ruina cada vez que abrimos”. “Las salas están al límite” indica “y el ciclo que hemos anunciado es con una subvención, y vamos a seguir necesitando ayuda”. Las Administraciones deben valorar que los locales de música en vivo son “la pieza más débil, que parece que no importa, pero donde se van formando las carreras de los artistas que luego llenan espacios mucho más grandes”. Su futuro se complica también, explica Legido, porque muchas solicitaron préstamos ICO, que tienen que estar devolviendo antes de reabrir.

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