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Los primeros ucranianos refugiados de la guerra llegan a A Coruña

Victoria está con una familia de acogida y Julia consigue salvar a sus tres hijos del conflicto

Concentración en María Pita con los primeros ucranianos refugiados de la guerra llegados a A CoruñaVíctor Echave

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La concentración en solidaridad con el pueblo ucraniano en María Pita de esta mañana, a la que acudieron decenas de personas, ha contado con la presencia de dos mujeres que han conseguido huir del conflicto y que están afincadas en A Coruña con familias acogedoras.

Julia salió de casa con sus tres hijos escapando del conflicto el día 1 de marzo, caminó durante ocho kilómetros y, en un momento, cuando "ya no tenían más fuerzas", se sentaron en la carretera y voluntarios consiguieron ponerlos a salvo desde la frontera con Moldavia llevándolos a Bucarest y después a Madrid y de Madrid a A Coruña. "Nos dieron de comer y nos compraron el billete". En Galicia tiene amigos, pero se ha quedado en al casa de "un señor mayor", que ha acogido a su familia en su casa. "Es muy majo el abuelo", reconoce Julia, entre lágrimas y con la ayuda de Natalia, una ucraniana que reside en la ciudad desde hace ya varios años, que se presta como traductora. El marido de Julia se quedó en Ucrania, sabe que, normalmente, duerme "en un refugio" porque, por ahora, aunque las conexiones son muy malas, todavía se puede comunicar con él. De su barrio sabe que está "todo destruido" y que los habitantes "han sido evacuados". Sabe también que su casa ha sido ocupada por el ejército ruso y que entraron en ella "como si fueran sus dueños". Tanto, que ni siquiera tiene su documentación. "Se quedó en casa y no nos dejaron entrar a cogerla", comenta. "A los que intentaban pasar, los mataban", explica.

"La gente que se quedó allí está en los sótanos, tiene miedo de salir, por si los matan", dice Julia, que acaba de llegar a A Coruña con sus tres hijos

"La gente que se quedó allí está en los sótanos, tiene miedo de salir, por si los matan", describe Julia, que se dedicaba a la venta de material de construcción y de jardinería, y que ni siquiera pudo entrar en el mercado en el que trabajaba antes de partir. Por ahora, no piensa en el futuro. "Lo único en lo que pienso es en que mis hijos están a salvo, en esta situación nadie piensa en uno mismo, solo pienso en que allá no hay paz para mis hijos", reconoce.

"Lo único en lo que pienso es en que mis hijos están a salvo, en esta situación nadie piensa en uno mismo, solo pienso en que allá no hay paz para mis hijos"

Victoria es otra refugiada que consiguió huir de Kiev. Tiene treinta años y es monitora de yoga. Ante sus compatriotas y en el micro abierto de María Pita, asegura que "nunca había hecho planes de vivir en otro país" que no fuese el suyo. Incluso, cuando estalló la guerra, se resistió a marcharse. Pensaba que podría quedarse hasta el final del conflicto sobreviviendo en casa, a menudo se encerraba en el baño o en el sótano del edificio, pero pasados nueve días, ya vio que no, que tenía que tomar la decisión de huir. Porque el aeropuerto que estaba al lado de su casa fue atacado y también unos edificios cercanos. "Me di cuenta de que no podía quedarme más en ese sitio porque era realmente peligroso y me podía morir", asume entre lágrimas.

"Me di cuenta de que no podía quedarme más en ese sitio porque era realmente peligroso y me podía morir", asume Victoria, que salió de Kiev hace cinco días

"Llegué a A Coruña hace cinco días y me llevó cinco días también el viaje hasta aquí. Estoy muy agradecida a la gente de A Coruña de cómo me está recibiendo", comenta muy emocionada. Ella llegó junto a otros refugiados a España, su hermano es militar se quedó en Ucrania y también su padre, que conduce un autobús, y no sabe dónde está ahora mismo. Su madre y su abuela se quedaron también en el país y con todos ha mantenido el contacto a diario, así que, al menos, sabe que están vivos. "Tenemos que empezar de cero y nos estáis ayudando mucho, vuestros corazones son enormes", explica.

"Ahora mismo, los ucranianos solo pensamos en sobrevivir. Estuve nueve días en la guerra y no se puede pensar en nada más que en sobrevivir", relata. En su móvil tiene un vídeo en el que intentaba mostrar que estaba bien, que estaba haciendo la comida, calentándola en el microondas, con una calma solo aparente, porque en cuanto enfoca a la ventana, ya se ven los signos de la guerra, una gran columna de humo negro al fondo, que evidencia el avance de la guerra.

"Espero que los ucranianos que están abanadonando sus casas y su país puedan volver pronto para reconstruirlo, que es lo que queremos. Espero que la gente que esté llegando pueda volver a disfrutar de la vida, porque aún estando aquí, a salvo, es imposible", reconoce. Ella nunca había estado en España, pero ya ha aprendido a decir "gracias" y espera poder empezar a trabajar pronto.

La asociación AGA-Ucraína, que convocó la concentración de esta mañana, ha decidido que todos los domingos a las 12.00 horas, se reunirá en María pita para expresar su condena a la guerra.

Natalia, que es ucraniana pero que vive en A Coruña, asegura que sigue en "shock" por lo que está ocurriendo, ahora, tras varias semanas de conflicto dice que está empezando a asumir que esto "irá para largo". A la reunión acudió con banderas de cartulina que trajeron niños que habían hecho en clase, en señal de solidaridad con los pequeños que están sufriendo el conflicto.

"Nunca pensé que diría las palabras 'el marido de mi amiga está en la guerra", dice Ana, que es rusa y está en contra del conflicto

A la concentración acudió también Ana, que es rusa y lleva seis años viviendo en España, para decir que está en contra de la guerra. "No conozco a nadie que esté apoyando la guerra, todas las personas de mi entorno lo único que desean es que esto se acabe. Nuestro país está pasando por una etapa muy difícil y estoy sufriendo por los dos, porque nosotros también lo estamos pasando muy mal, estamos aislados. Es horrible. Mi corazón está entre los dos, entre el pueblo ucraniano y el ruso. La mayoría de la gente no quiere la guerra", reconoce Ana, que nunca habría pensado tener que decir las palabras "el marido de mi amiga está en la guerra".

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