Una gran cámara acorazada, en el interior de un búnker de hormigón armado, guarda la colección de arte de Caixa Galicia entre rigurosas medidas de seguridad. Se trata de unas 1.500 piezas del siglo XX, en su mayoría, entre las que destacan obras de los grandes artistas gallegos de finales del siglo XIX.

Un discreto edificio moderno, inaugurado en 2003 y situado en el polígono de Pocomaco, a las afueras de A Coruña, alberga el búnker para preservar esta selección de arte contemporáneo mientras no se exhibe en cualquiera de las salas que tiene la Fundación Caixa Galicia en las cuatro provincias, o en préstamo a otros museos españoles o extranjeros.

Unos barrotes de acero protegen el edificio, diseñado de forma que cuadros y esculturas de grandes proporciones desembarcan o salen del lugar con todas las garantías de seguridad que imponen los rígidos estándares internacionales para el traslado de obras de arte.

Un sistema de puertas similar al de un banco-la segunda no se abre mientras no se haya cerrado la primera-, permite el acceso a la zona de carga y descarga y conduce a la sala de aclimatación, donde se desembalan las piezas y los restauradores de Caixa Galicia examinan el estado de la obra.

"Si es un préstamo, las piezas están un tiempo aquí para que se aclimaten a las condiciones de temperatura y humedad y el cambio no afecte los pigmentos", explica Rosario Sarmiento, directora de la colección de arte, ante las puertas de la gigantesca caja fuerte que encierra el tesoro.

Sobre una mesa descansan despiezados y envueltos los maniquíes de la reciente exposición de Yves Saint Laurent en la sede central de la Fundación Caixa Galicia, en A Coruña, ya listos para regresar a Francia.

Sarmiento advierte de que la cámara, de dos plantas, debe permanecer abierta el menor tiempo posible, a fin de que se mantengan constantes las condiciones de humedad y temperatura.

Un gran montacargas conecta la sala de aclimatación con el almacén de embalaje y la cámara superior. La responsable de la colección señala que, después de tan poco tiempo, el espacio se ha quedado escaso y es preciso llevar a cabo una ampliación, una vez que ella y su equipo se trasladen al centro de A Coruña, a las oficinas de Rúa Nueva.

En la cámara acorazada, los cuadros cuelgan de los peines metálicos que Sarmiento extrae para mostrar las obras: Millares, Genovés, Guerrero, Castillo... Un sistema hidráulico amortigua los movimientos, de modo que hace imposible el menor golpe.

Es la cámara inferior, la más grande de las dos, y alberga en su mayor parte pintura, aunque también pueden verse algunas esculturas, entre ellas una obra de Leiro, del cual, se muestra la serie Recolectora, cuatro piezas dedicadas al Prestige.

Sarmiento extrae otro de los peines con 24 cuadros de Urbano Lugrís, y aprovecha para explicar que el sistema de extinción de incendios de la cámara acorazada es a través de gas, para que, en caso de fuego, no se deterioren las obras.

En el espacio destinado a embalaje, grandes cajas de madera debidamente etiquetadas dan cuenta de su último destino. "Algunas son de alquiler, porque son muy costosas, y otras se reutilizan: se les pone espuma por dentro y de adaptan a la obra", afirma Sarmiento, aunque se tiende a las cajas de aluminio, que "pesan mucho menos y son polivalentes".

Al fondo de la estancia,varias sillas de café están ahora vacantes después de haber servido para una instalación de Kounellis en Santiago.

La sala de restauración, en la planta superior, contiene un armario ignífugo con pigmentos, barnices y yesos, y en un espacio anexo, que se utiliza para fotografiar los cuadros, se restauran las piezas de mayor tamaño.

Una cámara especial, de magnitudes mucho más reducidas, está destinada a papel y fotografía. Aquí, las obras duermen ordenadas bien en vertical, como los óleos, o en horizontal, en muebles para planos.

En la planta superior del búnker, se conservan algunas muestras del arte finisecular gallego del XIX, como unos cuadros de Ovidio Murguía, uno de los representantes de la llamada generación Doliente.

La obra de Murguía es sólo una muestra más del arte gallego adquirido por Caixa Galicia, que dio impulso a su colección de arte en 1996. La idea inicial era atesorar obra de artistas gallegos, tanto de los históricos como de los contemporáneos, y abrirse paulatinamente a los jóvenes valores.

Así fue como Caixa Galicia fue adquiriendo obra de Lloréns, Sotomayor, Sobrino o Castelao. Poco a poco se fue haciendo con ejemplares de Colmeiro, Grandío, Lugrís, Novoa, Laxeiro, Castillo o Seoane, sin excluir, naturalmente, a los artistas de mayor proyección histórica internacional, como Maruja Mallo o Eugenio Granell.

"Nunca pretendimos una colección exclusivamente de arte gallego, sino de arte contemporáneo, pero manteniendo un firme compromiso con el arte que represente a Galicia", señala Rosario Sarmiento, porque "no tiene sentido -agrega- centrarse en el arte de una región".

La compra de piezas de Mallo y Granell coincide con ese salto a la esfera artística internacional, en la que son aportaciones importantes a la colección obras de Dalí y Picasso.

Después el objetivo se centró en el informalismo español de los cincuenta y sesenta, en miembros de el grupo El Paso, como Millares o Saura y Lucio Muñoz. También es una parte importante de la colección el arte portugués, que, "conecta con nuestros intereses", dice Sarmiento, quien explica que, en todo caso, el criterio que se sigue es que sean "obras representativas, con calidad y valor".

Entre las últimas adquisiciones hay obra de artistas tan diferentes y de origen tan variado como Mónica Alonso, Pamen Pereira, Guerrero, Esteban Vicente, Manolo Valdés, Óscar Domínguez, Carlos Alcolea, Juan Muñoz, María Blanchard, Broto, Torres García, Elena Almeida o Desirée Lolron.

¿A dónde acude Caixa Galicia para surtir su colección? Pues al mercado, naturalmente. "En Arco adquirimos una parte pequeñísima", explica la directora, que a menudo puja por teléfono en subastas internacionales de casas como Sotheby´s o Christie´s.También en galerías de arte internacionales y españolas e incluso en colecciones particulares.

Les roses sanglantes, un óleo de Dalí, fechado en 1930, fue adquirido en una galería suiza, por ejemplo. Lleva año y medio en préstamo en otros museos. Ha estado en la Tate de Londres, en Miami y ahora se va a Nueva York, a una exposición sobre Dalí y el cine en el MOMA, para a continuación viajar a Los Ángeles.

De Picasso posee la Caixa un óleo de reducidas dimensiones y dos dibujos. El óleo, una cabeza de la etapa cubista, fue comprado en la sede neoyorquina de Christie´s y se expuso en la muestra sobre Saint Laurent. Ahora se muestra en Zaragoza, en una exposición organizada por Ibercaja.

"Estamos moviendo constantemente la colección a través de nuestras sedes y de préstamos para darla a conocer. Aunque esté guardada aquí, nuestra intención es que se vea", explica Sarmiento, que señala que la Caixa no dispone de un presupuesto para adquisiciones, lo cual, dice, "es bueno y malo. No te permite programar y compras en función de la oportunidad que haya".

"Estuvimos dos años buscando una obra de Juan Muñoz, pero no había ninguna que nos interesara, hasta que al fin encontramos una. Con Millares nos pasó lo mismo, hasta que pudimos adquirir una de sus arpilleras que es una joya. Es una de sus mejores obras, pertenecía a su viuda, Elvireta Escobio, y la compramos a través de Guillermo de Osma", relata la directora de la colección. Otro tanto, dice, ocurrió con Blanchard.

¿Las joyas de la colección? Sarmiento no sabe qué responder. Son tantas... Aún así -pero podría decir otros muchos nombres-, Sarmiento destaca un Torres García "que es una maravilla"; Dalí, Óscar Domínguez, Juan Muñoz, Cristina Iglesias y un Saura que "es un cuadrazo": "Se compró antes de la subasta de Londres en la que se vendió el tríptico de La crucifixión por 120 millones de pesetas, a partir de lo cual subieron muchísimo los precios, y ahora su valor se ha triplicado".

El transporte de una obra de arte y las garantías que exigen los grandes museos es todo un mundo. El Reina Sofía, sin ir más lejos, fue muy reticente para dejar un cuadro de Picasso, Figure (1928), con destino a la exposición de Saint Laurent. "El patronato se resistía al préstamo por ser de la colección permanente", dice Sarmiento. El cuadro, pequeño, viajó a A Coruña escoltado por dos coches de la policía sin distintivo, en uno de los cuales viajaba el correo, la persona que dictamina en qué condiciones y cómo debe colgarse la obra y en cuya presencia ha de hacerse el desembalaje. Pero esto es otro capítulo.