Miles de expositores presentan desde ayer en la ciudad de La Paz sus productos a pequeña escala para atraer la buena fortuna y la abundancia, aunque el protagonista es el "ekeko", una figurita indígena ascendida casi a deidad, rechoncha, pequeña, sonriente y cargada de diversos bienes a la espalda.

La "Alasita", traducible a "comprame" en aimara, es un mercado popular en el que quien quiera hacerse rico debe comprar billetes diminutos. Para las mujeres que anhelen encontrar a su media naranja, la tradición recomienda llevarse un gallo.

Pero la lista de miniaturas es prácticamente infinita, igual que los deseos del ser humano: títulos universitarios, coches, casas, maletas, muebles y un largo etcétera, con el sueño de poder conseguirlo durante el año que ahora empieza.

El momento "cumbre" de la feria se produce el 24 de enero al mediodía, justo cuando la tradición dice que "se abren la pachamama (la madre tierra andina) y el mundo de las divinidades. Entonces se desprende una energía mágica y sobrenatural", explicó a Efe el sociólogo aimara David Mendoza.

Es entonces cuando los paceños inundan las callejuelas en las que están los tenderetes, compran sus miniaturas y las hacen bendecir con ritos aimaras para que se cumplan sus deseos.

En sus orígenes, esta feria servía de encuentro y de intercambio de productos para atraer fortuna y fertilidad, como invocación para que la pachamama tenga "un buen florecimiento", explicó David Mendoza.

Cuenta la leyenda que, en 1781, época de cerco indígena a La Paz para sacar a los españoles de la ciudad, la mujer aimara del gobernador español Sebastián Segurola conseguía alimentos pese al asedio.

La mujer confesó que el alimento lo conseguía gracias a un "ekeko". En agradecimiento, Segurola instauró que la feria se celebraría coincidiendo con la fiesta de Nuestra Señora de La Paz, el 24 de enero.

Mendoza asegura que "no se ha perdido la esencia" de la feria, una transmisión de "energía de la colectividad" a través del "ekeko" que muestra a los habitantes de La Paz que "todos son iguales alrededor de la alasita".

Lo mismo opina Bernabé Álvarez, uno de los muchos bolivianos que cada año instala su tenderete lleno de miniaturas y que se alegra siempre que un compatriota se sorprende cuando ve cumplido su deseo, "porque siempre se cumple", asegura el feriante.

Aunque la mayoría de los que asisten a la Alasita creen en el sentido mágico de la feria, al pasear por ella se descubre que el moderno consumismo cada vez afecta más a la fiesta y, por tanto, a la tradición.

Muñecos de plástico y de importación, teléfonos celulares y atracciones para los niños abundan en una feria donde la tradición ha dejado paso a un lugar de ocio para todo boliviano que se acerque, y de paso, una opción para hacer cumplir sus sueños.

Si bien en sus inicios duraba sólo dos días, este año los paceños tienen hasta el 15 de febrero para adquirir sus amuletos, aunque el referendo constitucional ha hecho cambiar horarios y fechas para cumplir el llamado "auto de buen gobierno" sobre comportamiento ciudadano en época electoral.

Según la Alcaldía de La Paz, más de 3.000 tenderetes mostrarán sus miniaturas a los visitantes, en una feria en la que se espera que el 80 por ciento de los paceños asista a alguno de los puntos dispuestos por los feriantes y artesanos.

"Hay que comprar con fe", advierte Mendoza, ya que sin ella es imposible que el amuleto haga su función y se consiga ser rico, comprar un coche u obtener ese título universitario en el que se están derrochando tantos esfuerzos y energías.