Cecilia Vázquez, al igual que muchos jóvenes optó por el camino aconsejado por sus padres. "Hice, primero, lo que ellos más o menos me impusieron (la carrera de Publicidad y Relaciones Públicas) mientras, simultáneamente, me buscaba la vida para hacer teatro por las escuelas. Cuando ya fui más libre, me metí de lleno en el teatro. Me dijeron que abrían la Escuela Superior de Arte Dramática (ESAD) y me matriculé preparando Interpretación Textual", recuerda.

Cuando Vázquez acabó sus estudios en 2009, se sintió "bastante perdida por primera vez en la vida". "Renuncié —recuerda— a todo por acabar allí la carrera. Para rematar, necesitaba mucho tiempo de ensayos para llevar a cabo el proyecto final, por eso, dejé posibles trabajos que iban surgiendo y cuando finalicé me vi como desnuda, sin saber hacia dónde tirar".

Fue entonces cuando le llegó la revelación. "Me puse a pensar en lo que más me gustaba que era la comedia, el burlesque, el cabaret…". El primero en darle su oportunidad fue Christian, de la sala de Samil. "El primer día, recuerda, estaba nerviosísima; nunca antes le había mostrado a nadie lo que hacía, ni siquiera a mi pareja. Sin embargo, el público reaccionó tan bien que no me lo creía. Pensé que era porque eran amigos pero después vino mucha gente que me dijo que hacía maravillas".

Para los que confundan estos espectáculos con desnudos, Vázquez avisa: "A mí, no se me ve nada en ningún momento. La gente agradece más la sutileza que enseñar".