Como espectadora, la Metropolitan Opera de Nueva York fue su segunda casa, hasta que un día se vio sobre el escenario interpretando a la Carmen de Bizet. La canaria Nancy Fabiola Herrera es una de las mezzosopranos con más proyección internacional. Esta semana interpretará en Santiago y Vigo con la Real Filharmonía de Galicia -dirigida por Paul Daniel- La muerte de Cleopatra, de Berlioz, una obra que la orquesta gallega le propuso. "Es nuestra primera colaboración. Tenía ganas. Se trata de un monólogo con orquesta con un papel con muchísima fuerta. Es mi primera incursión en esta obra y tengo mucha ilusión", explica.

-Su madre tuvo una premonición sobre su carrera musical.

-Mi madre me metió en el conservatorio a los ocho años donde estudié piano y solfeo. De jovencita, ella soñó que vería a su hija cantando en el teatro de la ciudad. No recordó ese sueño hasta que me vio actuando en ese teatro. Fue el destino.

-¿Pero usted siempre quiso dedicarse a la música?

-La verdad, a lo del canto llegué de forma accidental. El primer contacto fue en el conservatorio en un coro de voces femeninas. Cuando acabé el Bachillerato, quería ser guía turística. Hice las pruebas para la Escuela Oficial de Turismo en Madrid donde quería seguir con los estudios de música. Allí, no me aceptaron para los estudios de pianista. Tenía que entrar como fuera así que me presenté a las pruebas de canto. Para mi sorpresa, me aceptaron. En seis meses, me introduje en la ópera, la zarzuela... A los 18 años, hice una gira en Sudamérica en un coro de zarzuela. Eso fue lo que determinó que me dedicara a esto.

-¿Qué le gustó?

-Me fascinó mucho meterse en la piel de los personajes, interpretar gente tan diferente. Es cierto que también me dediqué a esto porque mi madre mi sugirió ir a estudiar fuera. Me marché a Estados Unidos.

-Interpretando personajes, ¿qué anécdotas le han dado y cuál es el que más le ha calado de los que ha realizado?

-Carmen es uno de ellos y uno de los que más anécdotas me ha dado como una vez que mi peluca se enredó en la chaqueta del tenor. Él se sacudió y la peluca quedó enganchada. En otra ocasión, con el Rigolletto en el Metropolitan, me empezó a arder el pelo y el tenor con la mano lo intentó apagar. Son cosas que pasan.

-¿Por qué no se prodigan mucho las obras de lírica española fuera?

-Tenemos un género muy particular. En los países de habla hispana es un referente, allí sienten pasión por nuestro género de lírica. Quizás no hemos sabido cómo venderlo, no hemos tenido visión de marketing. Se debía vender el subgénero como algo maravilloso; pero los propios españoles lo tiramos para abajo, hablamos de la zarzuela como de un género menor.