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A la conquista del Puy de Dôme

La carrera llega hoy al viejo volcán tras 35 años de ausencia después de un esprint ganado por Pedersen

Llegada al esprint con Pedersen, izquierda, como ganador. |  // EFE

Llegada al esprint con Pedersen, izquierda, como ganador. | // EFE / Sergi López-egea

Sergi López-egea

El Puy de Dôme, la montaña de las montañas, ya asoma sobre el horizonte del Tour. Y lo hace con Carlos Rodríguez instalado en la cuarta plaza de la general sabiendo que, según como vayan las cosas hoy sobre las nubes de Clermont-Ferrand, puede convertirse en el primero de los humanos, en el tercero de la general, lo que vista la supremacía que muestran Jonas Vingegaard y Tadej Pogacar es el mejor premio al que puede aspirar en su debut. Para alcanzar la tercera plaza debe fallar Jai Hindley, lo que no es tarea fácil, porque es un extraordinario escalador, hasta ahora el mejor entre los que respiran como personas y no como astros. Y hay que procurar no irse al suelo, como le ocurrió ayer, camino de Limoges, a Simon Yates, en una caída junto a Mikel Landa.

Carlos Rodríguez sólo tiene 22 años. Él y el ausente Juan Ayuso, un año y medio más joven, son la flor y nata, el apunte de ciclismo español que mira al futuro; buenos en todo y hábiles a la hora de colocarse en el pelotón para no ceder tiempo tontamente y en plan inocentada en etapas como la de ayer, ganada al esprint por Mads Pedersen, donde poco se ganaba y mucho se podía perder; una caída, a seis kilómetros de meta, como la que le hizo entregar 47 segundos a Simon Yates y recompensó a Rodríguez con una cuarta plaza que sabe más a éxito que a chocolate. Ocurrió en el día del abandono, también por caída, de Mark Cavendish. Se quedó sin la opción de tener más etapas que Eddy Merckx y ahora los dos compartirán ese empate a 34 triunfos hasta que aparezca un talentazo en el pelotón internacional que pueda ser capaz de asaltar una gesta semejante.

Habría sido una tremenda injusticia para Rodríguez que se le apagara la llama de la general a las puertas de un Puy de Dôme, la cima del volcán, que regresa hoy a la historia del Tour, después de 35 años de ausencia. Se subió en 1988, en la victoria final de Pedro Delgado, y nunca más se supo, porque construyeron un tren cremallera para que todos los visitantes se olvidaran del coche. Hoy se volverá a conquistar el Puy de Dôme, un muro de 13,3 kilómetros, sin descanso, donde no podrá haber público y en vez de coches los equipos deberán colocar a sus mecánicos en motos de la organización; un espectáculo.

Será el Puy de Dôme que coronó por primera vez el gran Fausto Coppi en el Tour de 1952 y que servirá de homenaje a Federico Martín Bahamontes, tan delicado de salud, el día de su 95 cumpleaños. En 1959 sólo quería buscar un teléfono, tan difícil entonces, para comunicarle a su estimada Fermina, fallecida en 2018, que había ganado la cronoescalada.

El mismo lugar que vivió en 1964, en la victoria de Julio Jiménez, el primer duelo del Tour de Francia televisado en directo entre Jacques Anquetil y Raymond Poulidor, donde se impuso dos veces Luis Ocaña y la cumbre que marcó el principio del fin de Eddy Merckx; un exaltado le propinó un puñetazo en el hígado, que se le inflamó y le hizo sucumbir en Pra Loup para mayor éxtasis de Bernard Thévenet.

Por eso, hoy la gloria puede acompañar a Carlos Rodríguez, aunque sea a pequeña distancia del dúo dinámico. “Los últimos cuatro kilómetros son muy duros, pero a mí, contra más dureza, mejor me va”. Optimismo. Buena señal.