El nombre del Dépor vuelve a arrastrarse por el barro

El Dépor se ha convertido en el chivo expiatorio de plantilla del fútbol español. Si Hacienda necesita un castigo ejemplar, se le embarga y se le defenestra a Segunda, por mucho que algún otro deba el triple al fisco. Si uno de sus hinchas es asesinado a manos del Frente Atlético, se le obliga a cerrar gradas y a dejar Riazor marcado por el estigma de la culpa, mientras el estadio de los asesinos rebosa animación.

La guinda a este despropósito llegó con la descabellada propuesta de castigo al club coruñés con 70.000 euros y al presidente de las peñas, Miguel Otero, con otros 22.000 y ¡18 meses sin pisar un recinto deportivo! Ni siquiera se toman la molestia de disimular con algún pequeño tirón de orejas paralelo al Atlético.

El Dépor es el único club culpable. Y el presidente de las peñas deportivistas, el gran violento a perseguir en el fútbol español. Y eso que el presidente del club coruñés se avino desde el primer momento a colaborar con el Gobierno -lo que le valió un cisma por el que tuvo que pedir disculpas-, mientras Cerezo le hacía la peineta. Desafío que el dirigente atlético renovó con el paseo militar del Frente por la Champions con entradas facilitadas por el club rojiblanco, para gran bochorno español. Y lo recalcó con recochineo al dar públicamente la "bienvenida" al grupo ultra que asesinó a un hincha deportivista para que animara a su equipo contra el Real Madrid en la Copa. ¿Han visto alguna mención por parte del Gobierno a semejante conducta? Antiviolencia resuelve con menos de 100.000 euros la sanción al Deportivo, titulaba ayer un medio madrileño. Todavía les parece poco.

Los más avisados ya advertían de que toda aquella parafernalia presentada a bombo y platillo por Tebas y el Gobierno solo tenía sentido si se iba en serio. Sin amilanarse ante los poderosos. Y muy pocos le daban ese crédito. Qué razón tenían. Villar, perro viejo, se mantuvo en un segundo plano porque veía venir el fiasco.

Poco después del asesinato de Jimmy, apuñalaron a hinchas del PSG en los aledaños del Camp Nou. Se le dio apurado carpetazo sin la menor investigación. Ancelotti y su equipo técnico son grabados por las televisiones cantando himnos ultras en una cena después de la tragedia. Ni una amonestación. Simeone aún no ha condenado a día de hoy la violencia del Frente Atlético. No pasa nada. Para qué se van a meter en problemas si es más fácil arrastrar el nombre del Dépor por el barro para aparentar que se hace algo.

El embolado de Antiviolencia se fraguó en el informe del Gobierno tratando de justificar lo injustificable. Que no hubiera policía en los alrededores del Calderón. El argumento para cubrir su incompetencia fue que no sabían del viaje de los Blues. Al salir a la luz pública el documento que probaba que el Deportivo y la delegación del Gobierno en Galicia sí habían avisado, se recurrió al lío de las entradas. En el que la directiva del club cayó nuevamente en la trampa al facilitarles la víctima que buscaban con la acusación a la federación de peñas.

De hacer caso a ese auténtico ejercicio de literatura fantástica que es el informe de Interior en el que se basa la propuesta de Antiviolencia, habría que creer que antes de la muerte de Jimmy ningún club facilitaba entradas a sus radicales. Solo el Dépor. En el caso del Atlético, para más inri, siguió haciéndose incluso después de la tragedia. Y tan tranquilos.

La directiva blanquiazul, que no estuvo fina en el tema de la grada ni en el rifirrafe por las entradas, no debería dejar pasar la oportunidad de sumarse públicamente a la defensa de los peñistas. Es el honor de la mejor afición de España lo que está en juego.

Y a todo esto, qué hace el alcalde ante el injusto varapalo a la sociedad más importante de la ciudad que preside. A juzgar por sus declaraciones, se limita a esperar el desenlace. Esperemos que no sea también el caso de la delegación del Gobierno y se impida que este agravio se consume.