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En Riazor manda el Deportivo

El equipo coruñés recibirá mañana a un adversario que nunca ganó en el coliseo coruñés en Segunda División - La última visita de los carbayones se produjo hace 18 años en Primera

Entrenamiento a menor intensidad

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Regresa el Oviedo a Riazor casi 18 años después de su última presencia, un campo que visitó en 41 partidos y en el que solo obtuvo tres triunfos, todos ellos en Primera División, ya que en Segunda nunca fue capaz de superar al Deportivo en el coliseo coruñés. Logró el cuadro ovetense, eso sí, empatar en quince de sus visitas (siete en Primera y ocho en Segunda). Si en su último encuentro aquí el conjunto blanquiazul obtuvo una victoria contundente (3-0), en el último que ambos equipos disputaron en la categoría de plata hubo reparto de puntos (2-2). Fue en la jornada 34 de la temporada 1987-88. Aquella en la que los deportivistas se salvaron del descenso a Segunda División B gracias a un gol de Vicente Celeiro contra el Racing de Santander en el choque que cerraba la competición.

Aquel curso fue trágico para el deportivismo y pleno de felicidad para los azulones. El Deportivo se salvó y dio el primer paso para convertirse en los que luego fue, pues ese verano de 1988 Augusto César Lendoiro llegó a la presidencia; el Oviedo, por su parte, acabó ascendiendo vivió también una época dorada con su participación incluso en la Copa de la UEFA. Menos de cuatro años después ambos equipos volvieron a encontrarse y fue otra vez en Primera División, en la que permanecieron de la mano hasta la temporada 2000-01. Al finalizar, el Oviedo descendió a Segunda División y al año siguiente lo hizo a Segunda B, pero acabó en Tercera por impago.

Llegó el Oviedo en aquel partido en la jornada 34 con el equipo coruñés sumido en puestos de descenso, en los que continuaría a pesar de sumar un punto contra los asturianos. Marcó el de siempre, Vicente Celeiro, cuando pasaba poco más de media hora de juego, pero en la segunda mitad dos goles de Carlos pusieron por delante a los visitantes. A falta de ocho minutos para el final José Manuel Portela pudo marcar para que su equipo recuperase un punto. Un gol trascendental que el contundente central coruñés sin embargo no recuerda. "La verdad es que no me acuerdo, eso que no marqué muchos goles con el Deportivo", afirma Portela, que militó en el equipo blanquiazul durante ocho temporadas.

El otro protagonista de aquel último partido entre ambos en Segunda fue Carlos, el delantero andaluz forjado en el Barcelona que llegó al equipo azulón tras pasar un periodo de cesión en varios equipos. Bajó a Segunda y volvió a mostrar su dotes goleadoras con 34 dianas lo que le llevó a fichar por el Atlético de Madrid, aunque no triunfó y regresó a la capital el Principado. El atacante también brilló con luz propia en Riazor en otro partido, en el de la última victoria del Oviedo en el coliseo coruñés -temporada 1995-96- cuando goleó al equipo dirigido por John Toshack (0-4). "Fue un partido tremendo. Me enteré el otro día de que fue la última vez que el Oviedo ganó en Riazor. A ver si ahora podemos repetir...", dijo esta semana el atacante, que recordaba sí perfectamente los dos goles: "El primero fue de un tiro desde fuera del área y el segundo de falta".

Volvió el cuadro carbayón a Riazor cinco veces más al estadio coruñés en partidos de Liga, pero ya no volvió a puntuar. La última visita aconteció en el curso 2000-01, aquel en el que el Deportivo defendía el título de Liga. El del descenso del Oviedo a Segunda en lo que fue el inicio de una crisis que dio con sus huesos en Tercera División. En aquella decimosexta jornada brilló Djalminha, por su juego, por su fútbol y por sus dos goles, Makaay había anotado otro. Pero también por su enfrentamiento con parte de la grada, que lo había criticado en exceso. El brasileño se encaró con parte del público tras poner a su equipo por delante, y también al anotar el tercero.

Pero además, protagonizó una anécdota con Iván Ania, centrocampista asturiano que había evitado otros dos goles de Djalminha. En ambas ocasiones el zurdo procedente del Palmeiras había salvado al portero Esteban con sendas vaselinas, y en ambas ocasiones el interior oviedista había evitado los goles al encontrarse sobre la línea de meta y despejar la pelota con la cabeza. Djalminha se lo había reprochado con una especie de "¡Ya está bien!, para dos goles que puedo marcar así vas tú y lo impides". No fue así, pero sucedió algo muy parecido. Fue el partido del reencuentro de Djalma con la grada.

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