1-2 | Cruel desenlace para el Dépor juvenil

Un tanto en propia puerta y un posible gol fantasma en el minuto 93, ambos de rebote, le sirven para tumbarlo a un Almería que no propuso nada, pero que vivió cómodo

Carlos presiona al almeriense Marsu en un lance del Deportivo-Almería de la semifinal de Copa disputado en León. // RFEF

Carlos presiona al almeriense Marsu en un lance del Deportivo-Almería de la semifinal de Copa disputado en León. // RFEF

Carlos Miranda

Carlos Miranda

El Dépor juvenil quería pegarle un bocado a la historia y acabó llevándose un disgusto que dejará cicatrices a esta generación. Dos goles de rebote, uno en propia puerta y otro fantasma en el minuto 93, le sirven al Almería para tumbarlo de la manera más cruel cuando el conjunto andaluz no había propuesto nada, aunque sí es cierto que había logrado vivir muy cómodo. El equipo blanquiazul, agarrado al cuchillo de Martín Ochoa, incómodo hasta el extremo y lejos de ser él mismo, lo intentó con fe inquebrantable y acabó naufragando en una noche negra. Acaba aquí la singladura en la Copa del Rey. No habrá final ante el Real Madrid para un equipo que había hecho soñar a la afición blanquiazul. 

Manuel Pablo cambiaba lo justo. Iba a jugar Noah por Quique Teijo, pero fue baja de última hora y lo suplió un más que correcto Carlos. El equipo coruñés buscaba caras conocidas, seguridades en una noche para la historia vivida por un grupo de imberbes. El efecto multiplicador de los nervios es evidente en este tipo de citas y se notó en la primera parte de los dos equipos.

Volaban los balones de un lado a otro, era casi imposible tener pausa, se reproducían las disputas, los ataques inacabados. El Dépor no presionaba tan arriba como siempre, porque al Almería no le dolían prendas y utilizaba a la mínima el fútbol directo. Manu Berrocal y Carlos se tenían que fajar, también Rubén Vilela y Seydiba, que protagonizó dos resbalones en apariencia por una mala elección de tacos. El cuadro coruñés quería dominar con la pelota, agarrarse al fútbol, meterle pausa. Le costaba.

Martín Ochoa, diferencial

Si había dos jugadores que escapaban a la tónica general eran Diego Gómez y, sobre todo, Martín Ochoa. Cuando la pelota llegaba a ellos, se notaba la pasantía ya permanente que están llevado a cabo en el Fabril. El delantero riojano era un foco de problemas para los andaluces, una pesadilla. En una de esas jugadas en las que incordiaba y creaba a la vez, cazó una pelota en el área que venía robada por Rubén López y filtrada por Hugo Villaverde, y batió al meta del Almería. Nervios de acero, recorte y remate a la red. 1-0, minuto 25. Perfecto.

Al Dépor se le abría el cielo, porque llegaba antes el gol que la posibilidad de mandar en el duelo. Pronto sobrevendrían las desgracias. Seydiba, en una jugada llena de fatalismo, desviaba un centro de Marciano que se convertía en imposible para Hugo Lemos. Un minuto después, subía entonces el 1-1 al marcador. Había hecho diferencia el Dépor, se le escurría entre las manos en un abrir y cerrar de ojos.

La alternancia siguió en el duelo. El Deportivo, rehaciéndose, ya estaba algo más tranquilo y proponía. El Almería se descolgaba y apuraba sus opciones. Arribaba el descanso con todo por decidir.

Los goles les quitaron los nervios y el descanso terminó de serenarles. Los dos equipos ya se parecían más a lo que son, a lo que pretendían ser tras el paso por vestuarios. El Almería subía la línea de presión y al conjunto coruñés no le importaba sacarla desde atrás, atraerle. Al principio, se sentía tremendamente incómodo. Confiaba, sabía que esa paciencia le acabaría dando réditos.

Antes del cuarto de hora el duelo ya se había igualado, aunque tampoco había fluidez ni ocasiones (solo un zapatazo de Marciano y una arrancada de Martín Ochoa), sí mucha precaución. Demasiado en juego y mucho que perder.  

Los cambios parecieron darle otro brío al Dépor. Le seguía faltando la piedra filosofal, la claridad en el juego. El terreno de juego tampoco ayudaba. Manuel Pablo sentaba a Martín Ochoa y Hugo Baldomar. No se casaba con nadie. El grupo coruñés quería más, iba a por el duelo. Todo lo contrario que su rival, que firmaba la prórroga sin sufrir lo más mínimo.

Así parecía ir murieron el tiempo reglamentario antes de darle la bienvenida a la prórroga. Todo amagaba con funcionarial en los últimos instantes, pero fue cuando sobrevino la desgracia. Primero un corte de Rubén Vilela cuando Marciano, el mayor peligro andaluz, ya iba a remachar en el área pequeña. Fue el aviso. En el saque de esquina de ese despeje llegó el tanto de cabeza de Rachad. 1-2, minuto 93. Fue de rebote tras pegar en el palo y subió al marcador tras aireadas protestas del Dépor, sobre todo de su meta Hugo Lemos. Para los cachorros blanquiazules la pelota no había traspasado la línea. Las imágenes invitaban a pensar que sí. Nunca se sabrá la realidad última, solo que el Deportivo se quedó a un paso de la gloria en una noche en la que no le salió nada.