1-0 | Y Pablo Martínez derribó el muro

El francés, otra vez pleno de fe, subió a rematar un saque de esquina y logró el gol que tanto perseguía | Su tanto sirvió para doblegar al Nàstic y lograr el primer triunfo en Riazor | A seis puntos del líder

Carlos Miranda

Carlos Miranda

Era un muro mental, real. Para él y para el Dépor. Marcar un gol, ganar en Riazor. Dos actos que deberían ser asequibles se habían convertido en un imposible. Pero el enésimo vuelo de Pablo Martínez en el área tuvo esta vez premio. El balón acabó en la red impulsado por su cabeza y por toda la grada, esa que empujaba en cada intento del francés, esa que supo esperar paciente la primera victoria de su equipo esta temporada. Un Deportivo de pinturas de guerra y de campo de batalla sumó a esa fe y a ese ánimo inquebrantables el fútbol necesario para doblegar a un Nástic respondón, con hechuras y mejor armado que le dio un par de sustos siderales en el primer acto. Se dio la vuelta como a un calcetín el equipo coruñés tras el descanso en unos 45 minutos en los que sobresalió Paris Adot y en los que el equipo supo sobreponerse a su falta de puntería. El Dépor está vivo y a seis puntos de la cabeza. Hay mucho que rascar.

El Deportivo llegaba casi de puntillas al duelo. Había sobrevivido en Ponferrada a un linchamiento y a ochenta minutos de inferioridad. Una semana después, se había llevado una victoria terapéutica en Sabadell. Fue de esos botines para meter en el bolsillo y no mirarlos mucho. Ya que seguía con vida, la verdadera prueba de fuego iba a ser el duelo ante el Nàstic. A los catalanes los oteaba con prismáticos en la tabla. Siete puntos, un abismo. Quedaba por comprobar si en el césped la diferencia era la misma o si el equipo coruñés daría otro paso al frente para empezar a justificar el dinero invertido y su condición en la categoría.

Martín Ochoa

Martín Ochoa / Casteleiro | Roller Agencia

Idiakez, quien aún está construyendo su equipo en la jornada diez, tocó lo justo. Como si todo estuviera tan pillado por pinzas que lo mejor era interferir lo menos posible. En descargo del vasco están esas lesiones de Barbero y Yeremay. Su apuesta con tres pivotes, Ochoa en punta y Lucas liberado iba a sufrir un test de estrés.

Y el Deportivo lo pasó mal en la primera parte. Ya desde los instantes iniciales se vio que los catalanes sabían perfectamente lo que tenían que hacer, cómo ser tóxicos para los coruñeses. Bisturí en mano, se afanaban en hacer una buena presión arriba, en lanzar balones en profundidad a su segunda línea. Milimétricos, dañinos. El Dépor estaba ahogado, en shock.

No fue hasta el minuto siete que el Dépor se pudo quitar los nervios y la presión de encima. Fue con una jugada larga, de posesión en campo contrario. Le costaba un mundo enlazar y tener el dominio de la media, algo que resulta sorprendente cuando Idiakez apuesta por cuatro pivotes con buena relación con la pelota. El momento de relax fue más instantáneo que nunca, porque Andy robó en la media antes del minuto diez y casi marca desde el centro del campo. No había respiro.

Hugo Rama

Hugo Rama / Casteleiro | Roller Agencia

El Dépor seguía a lo suyo, a sobrevivir. A intervalos entre la tranquilidad justa y el susto extremo, intentaba agarrarse a una pelota que le resultaba extraña. La precipitación era su peor compañera de viaje. Lucas estaba desaparecido, Martín Ochoa se peleaba con Trigueros. El Nàstic le puso contra las cuerdas y marcó un tanto que fue anulado por una falta más que discutible. El Dépor jugaba con fuego y se le veían pocas mangueras para sofocarlo.

Pasada la media hora, vivió sus mejores minutos del primer acto. Logró transitar mejor con la pelota, asentarse en campo contrario. La tuvo Villares y también Hugo Rama sobre la hora tras un excelso pase de Lucas. Fue lo único que se vio del coruñés, al que se le echa muchísimo de menos, aunque los problemas blanquiazules sean más globales.

Ni el Dépor se reconocería a sí mismo tras el paso por los vestuarios. De mirar con desconfianza al esférico a hacerlo suyo. Mandaba, quería marcar, golear. El Nàstic se vio desbordado en los primeros minutos y casi debe dar las gracias. Lo normal es que hubiera recibido más de un tanto. La primera la tuvo Lucas, que pudo finalizar a placer una transición. Varo se interpuso en su remate. Dos minutos despué, el cabezazo era franco para Martín Ochoa, solo y en boca de gol. No había manera. Pero el Dépor no se rendía. Era dominador, era profundo. Otra nueva oportunidad para Lucas, que falló en el último regate al portero. Minuto 55, el Deportivo era una apisonadora, le faltaba el gol, lo de casi siempre esta temporada.

No cejó en su empeño el equipo coruñés en los minutos siguientes. Una pelota fue al palo, varios rechaces rozaron el gol. Hay múltiples razones que justifican la metamorfosis, pero la capacidad de Paris Adot para hacer daño por banda, para ser profundo y ensanchar al equipo coruñés fue una de ellas. El ex de la Ponferradina fue de los mejores en el segundo acto. Peleó, jugó, se metió a Riazor en el bolsillo.

Y en un partido de empujar, de insistir, de tener fe, el que debía abrir la lata era Pablo Martínez. Estaba escrito. Llevaba año y medio buscando su primer tanto con el Deportivo, en Riazor. Le han acompañado muchos fallos en cada saque de esquina, también innumerables desgracias en forma de paradas inverosímiles o balones que se escapaban por milímetros. Parecía una maldición que anoche, por fin, se rompió para el francés. Cabeceó con toda el alma esa pelota de Lucas y abrió el marcador en el minuto 71. Un 1-0 más que merecido. Pero quedaba mucho que remar. En contra venían el Nàstic, los nervios, las urgencias.

Los últimos minutos demostraron que esos nervios estaban más en la cabeza de los deportivistas que sobre el césped. El Nàstic disputó la pelota, hizo cambios, se asomó. Pero los coruñeses dominaron con cierta solvencia. Hasta el descuento un control de Ian Mackay ante Gorka con cierto exceso de confianza fue el mayor de los sobresaltos. Nada más tembló, nada cambió. Solo disfrutó y rugió Riazor.