Los empresarios afincados en A Coruña Manuel Fernández López y Manuel Torres García constituyeron en 1897 la sociedad mercantil Fernández y Torres, dedicada a la compra y venta de hierros, aceros, y toda clase ferretería. Es aquí donde se sitúan los comienzos de la compañía herculina Torres y Sáez. Manuel Torres murió prematuramente, por lo que el negocio fue continuado por su hermano Ángel Torres García, quien constituyó, con Manuel Fernández, una nueva sociedad que conservó la denominación y el objeto social de la anterior.

Los socios emprendieron otras iniciativas empresariales para inyectar mayor capital al negocio, y constituyeron en 1909 la sociedad Fernández, Torres y Compañía con la colaboración de otros socios. Esta empresa, que se dedicaba a la venta de hierros y abonos químicos, experimentó un crecimiento espectacular: el aumento del volumen de negocios obligó a ampliar hasta siete el número de dependientes en 1901, entre los que se encontraba Manuel Sáez, sobrino del socio Ángel Torres.

El fallecimiento en 1915 de Manuel López no fue un obstáculo empresarial porque su viuda e hijos decidieron constituir una nueva sociedad con Ángel Torres. Fue en este momento cuando dieron entrada accionarial a Manuel Sáez Torres, sobrino de Ángel Torres y a Ramón Alonso Moise, ambos dependientes de la casa comercial. La nueva compañía se hizo cargo de las operaciones que mantenía pendientes su predecesora pero cambió de domicilio social: abandonó su antiguo establecimiento en el Cantón Grande y ocupó un almacén de venta al por mayor en Linares Rivas.

La compañía logró superar con éxito importantes obstáculos en sus primeros años de funcionamiento. La posición neutral de España durante la I Guerra Mundial permitió que muchas industrias españolas obtuvieran importantes beneficios en un contexto inflacionista dominado por la escasez y el funcionamiento irregular de los mercados exteriores.

A principios de los años 20, la sociedad se anunciaba como almacén de hierros y aceros y establecimiento de venta al por mayor de cementos de marcas acreditadas, así como toda clase de metales, maquinaria, utillaje y ferretería. También distribuía abonos químicos de importación y maquinaria agrícola, unos productos que tuvieron gran difusión en las décadas previas a la Guerra Civil. Ya entonces ejercía como representante de las marcas Michelin y Bosch. La compañía fue finalmente liquidada en 1925 por decisión unánime de los socios. Pero un año después, Ángel Torres García y Manuel Sáez Torres, tío y sobrino respectivamente, decidieron fundar en solitario una nueva sociedad colectiva bajo la razón social de Torres y Sáez, con el negocio de la ferretería, hierros y géneros similares como objeto social. Además de estas actividades, vendía al detalle toda clase de artículos de ferretería, maquinaria, recambios y neumáticos. Aunque un año después, falleció Ángel Torres, su viuda e hijos continuaron con la empresa.

Torres y Sáez se abrió hueco poco a poco en un mercado donde la competencia había aumentado de forma considerable y sobrevivió decentemente a la década de los treinta, protagonizada por cambios tecnológicos y sociales que afectaron al funcionamiento interno de la compañía.

La Guerra Civil impulsó la aparición de nuevos artículos en el mercado, como las estufas, motores y bombas eléctricas que la empresa comenzó a ofrecer de inmediato a sus clientes. Dentro de este contexto de inestabilidad social, la sociedad logró mantener los niveles de facturación, así como también un saldo positivo en la cuenta de pérdidas y ganancias y gracias a ello, Torres y Sáez consolidó su liderazgo. Los mayores problemas generados por el conflicto bélico se produjeron en el abastecimiento de mercancías y en el incremento del número de deudores: las dificultades de muchas familias aumentaron los índices de morosidad a la vez que impulsaron las compras a crédito.

Los primeros años del franquismo se caracterizaron por esa misma carestía en el aprovisionamiento de mercancías, la corrupción o las prácticas especulativas, entre otros. Aunque las condiciones seguían siendo precarias, Torres y Sáez consiguió aumentar su volumen de ventas. Asimismo, el paso de Sáez en la política local le permitió estrechar lazos dentro de los círculos empresariales de la ciudad, lo que favoreció a la empresa.

En 1949 falleció Sáez, dejando su parte en manos de sus tres hijos, lo que supuso el primer relevo generacional completo. En los años 50, la firma experimentó importantes reformas: los socios decidieron abrir una nueva sucursal en Lugo y los negocios comenzaron a especializarse en diferentes segmentos del mercado con una gestión bastante autónoma. Sus sectores de ventas se extendían desde la ferretería y la venta de aceites y accesorios para automóviles, a los productos de droguería. Una de las claves del éxito fue ofrecer los productos más innovadores en sus tiendas.

En 1965 fundó junto con otros almacenistas de España la Sociedad Cooperadora de Almacenistas Reunidos SA, cuyo principal objetivo era colaborar en el aprovisionamiento de productos e intercambiar ideas y métodos de trabajo. A principios de los 70, la compañía decidió una remodelación empresarial, ya que el funcionamiento de la empresa bajo el régimen colectivo -respondían con todo su patrimonio ante cualquier eventualidad- implicaba graves riesgos.

Por un lado, se fundó la sociedad Almacenes Torres y Sáez SA, que se hizo cargo de la actividad comercial del grupo en A Coruña, a través de la adquisición de todas las mercancías y la contratación al completo de la plantilla de la casa matriz Torres y Sáez. Por otro lado, se creó la inmobiliaria Los Cantones SA, que introdujo a los socios en este nuevo mercado, aunque el negocio no llegó a despegar.

Las iniciativas emprendedoras continuaron y en 1974 se creó la empresa Hierros Torres y Sáez. Su objeto social abarcaba la industrialización, fabricación, comercio, distribución, instalación y transporte de todo tipo de materiales, maquinaria y motores. Las sucursales de las diferentes ciudades, por su parte, se convirtieron en sociedades anónimas. Tras este proceso la estructura interna del grupo familiar se modificó dando lugar a un holding empresarial. Otra de las modificaciones de la sociedad, fue el cambió del nexo y de los apellidos por el símbolo latino &, convirtiéndose la denominación en Torres & Sáez.

El proceso de configuración del grupo culminó en la década de los 80. Hasta entonces se habían producido cambios en la distribución del capital social por el fallecimiento de algunos de los socios y la nueva situación hizo que se replanteasen, nuevamente, la estructura empresarial: en 1984 se disolvió la casa matriz, quedando las sociedades anónimas de A Coruña, Lugo y Vigo. El grupo optó en 1985 por la gestión profesional e incorporó un director ajeno a la familia.

Con la llegada de los 90, los socios decidieron convertir Almacenes Torres y Sáez en la empresa cabecera del holding. La filial de Lugo cambió de razón social en 1996 y pasó a denominarse Torres y Sáez Distribución SA, mientras que la de Vigo se disolvió. La actividad, en estos años, se reorientó a lograr la cobertura de tres segmentos: el mayorista, el detallista profesional e industrial y el consumidor final, con una alta gama de productos del hogar. Tras un estudio detallado, decidieron dirigirse a la pequeña empresa y a los autónomos, aunque sin descuidar el cliente particular y empresas de mayor tamaño, y basaron su modelo en cuatro puntos fuertes: asesoramiento profesional, accesibilidad de horarios, facilidades de pago y servicio técnico.

La firma consiguió el traspaso a la tercera generación y llegar hasta nuestros días con Almacenes Torres & Sáez SA; Hierros Torres y Sáez, y Torres y Sáez Distribución. En 2006 se creó una cuarta sociedad bajo la denominación Torres & Sáez Menaje SA.

Alonso, Luis; Lindoso, Elvira;

Vilar, Margarita. Construyendo

empresas. La trayectoria de los

emprendedores coruñeses en

perspectiva histórica.