La maderera Finsa está ligada a la trayectoria de Manuel García Cambón natural de Logrosa (Negreira). Nacido en 1907, desde niño comenzó a trabajar en el negocio de la madera como aprendiz de carpintero. A los 21 años pasó a ser empleado de su suegro, quien dirigía un aserradero en Portanxil, en el municipio de Ames. La actividad en en esta época era intermitente, lo que lo llevó a dotar de maquinaria la serrería para poder estar ocupado todo el año. Así consiguió generar producto para abastecer a los vecinos y al mercado urbano.

En 1937 creó con el médico y vecino de Negreira, José Rubira, la sociedad Rubira y García Cambón SL, cuyo objeto era "dedicarse a la sierra y carpintería de madera". En aquellos momentos, la sociedad producía ya madera de mayor valor añadido que la mayoría de las empresas del sector -desde finales del XIX, había un gran número de pequeños talleres madereros en Galicia-.

Empujado por el volumen de negocio, compró un nuevo aserradero próximo a Negreira. La Guerra civil y la posguerra no afectaron a la marcha empresarial lo que, probablemente, se debe a que, durante la contienda, abasteció de madera al ejército franquista. Tras el conflicto, se procedió a la reconstrucción de las grandes ciudades españolas y se incrementó la demanda de madera. También se vio beneficiado por el auge del mercado negro, en el que los precios de los artículos eran más elevados.

En 1944, tras la salida de Rubira del negocio, Cambón se hizo con el 95% de las acciones. Un año después, los activos de la empresa ascendían a dos almacenes en Pontecesures y Negreira, además de una fábrica nueva en Portanxil, una segunda fábrica en Negreira y una tercera en Vilagarcía, el pasivo de la firma, sin embargo, revelaba un elevado endeudamiento.

En 1946 Cambón se decidió a crear una nueva empresa con mayor capital, lo que hacía necesaria la entrada de un nuevo socio, que en este caso recayó en la figura de José Parga Moure. La nueva compañía se denominó Financiera Maderera SA (Finsa), y constituyó la continuación de la anterior, aunque ubicó su domicilio social en Santiago. En este momento, la firma tenía problemas dar salida a sus productos y dependía en exceso del crédito bancario.

El sector adolecía estos años de excesivo atraso, debido a las dificultades para adquirir tecnología en el exterior. En 1956, Finsa disponía de unos activos superiores a los de 1949. Sin embargo, ese año surgió un nuevo problema porque se elevaron los salarios de los trabajadores por normativa del gobierno franquista y se incrementaron los descuentos bancarios para las empresas que, como Finsa, tenían una elevada carga financiera.

Desde principios del siglo XX, la industria de la madera había sufrido cambios tecnológicos, como la irrupción del contrachapado, conformado por capas finas de madera tropical comprimidas mediante colas especiales. En Europa, además, comenzaron a utilizarse ya maderas autóctonas a partir de los años 40, hasta que finalmente se creó el tablero aglomerado, que era el producto que en España comenzaba a tener éxito en sustitución para muchos usos de la madera tradicional.

En 1963, la sociedad sufrió nuevos cambios: García Cambón construyó la fábrica de Pontecesures, Parga Moure había abandonado definitivamente Finsa a cambio de mantener el aserradero de Portanxil y se clausuraron las fábricas de Noia y Vilagarcía. Posteriormente, los propietarios decidieron ampliar el capital, una operación que estuvo sólo suscrita por la familia García Cambón.

En 1969, se inició la construcción en Formarís de la segunda gran fábrica de tableros aglomerados, a la que se añadió un aserradero automático, pasando a convertirse Formarís en el centro neurálgico de la firma. En la elección de la localización fue determinante la existencia de grandes terrenos y la buena comunicación en la carretera general de A Coruña a Santiago.

Esta nueva factoría, a la que se denominó Finsa II, acogió inicialmente la sede social de la firma, desplazándose del centro de Santiago a Formarís, donde quedará emplazada de manera permanente. Muy pocas empresas gallegas, salvo quizás las vinculadas al grupo Pastor, disponían de tal dimensión a principios de los 70.

Las crisis de esta década y de la siguiente, originaron graves problemas al tejido empresarial, por un lado, se produjeron integraciones horizontales, hasta el punto de que sólo cuatro grandes empresas lograron sobrevivir y Finsa fue una de ellas, que adquirió en 1979 la ourensana Orember. La segunda de las estrategias fue la expansión territorial, nacional e internacional (se alió con Tafisa, otra empresa maderera de la época, y se estableció en Holanda, Irlanda y Portugal). En esta época, la empresa realizó numerosas ampliaciones de capital.

En 1990, a los 82 años, falleció el fundador y máximo impulsor de Finsa, Manuel García Cambón. Para esta sociedad los relevos generacionales no supusieron un problema porque, a lo largo de la vida de la empresa, el patriarca había empujado a varios de sus hijos a asumir responsabilidades de forma paulatina.

Los 90 fueron años de consolidación de éxitos anteriores, pero también de ampliación y hegemonía nacional y presencia internacional en la transformación y distribución de tableros y conglomerados. Al mismo tiempo, sin embargo, fue una década de diversificación de sus actividades productivas y de comienzo de integraciones verticales: de esta forma, también se introdujo en el sector energético, en la construcción inmobiliaria y, sobre todo, buscó generar en sus plantas de madera un mayor valor añadido para sus producciones.

En 1999 amplió sus activos en España con una nueva fábrica en Jaén pero, principalmente, se centró en la transformación de la planta de Pontecesures para poder emplear el eucalipto como materia prima. Estas y otras inversiones fueron parcialmente subvencionadas por organismos públicos.

Como parte de la estrategia empresarial, los gestores de Finsa externalizaron la búsqueda de un arbitraje y encontraron asesoramiento en economistas barceloneses, que realizaron un estudio pormenorizado para habilitar un protocolo que, en su momento, dio pasó a la tercera generación a la compañía.

También en el 2000 culminó el proceso de creación del clúster de la madera de Galicia, en el que Finsa ha desempeñado un papel destacado como primera empresa del sector. El grupo maderero de Galicia nació con los objetivos de cerrar en la comunidad el ciclo de este material, especialmente mediante la instalación de fábricas de papel y plantas de procesado para construcción que mejorasen el valor añadido y evitasen la exportación de madera en bruto. En aquellos momentos, el sector forestal gallego producía tanta madera como Dinamarca, Grecia e Irlanda juntas, y casi la misma que toda Italia o Gran Bretaña.

Tras un enfrentamiento con la portuguesa Sonae por el control de la producción en España y Portugal, Finsa reanudó su política de expansión en 2005 adquiriendo Aglomerados Ecar (Mondoñedo) y Jomar, la tercera sociedad del sector del tablero portugués. Su estrategia no era ya producir más tablero sino generar valor añadido del que se distribuía en el mercado.

En 2006, el número de empresas de Finsa, participadas total o parcialmente por la matriz, ascendía a 31, se distribuían entre siete países y abarcaban sectores tales como la fabricación y distribución de tableros en toda su variedad.

Alonso, Luis; Lindoso, Elvira; Vilar, Margarita. Construyendo empresas. La trayectoria de los emprendedorescoruñeses en perspectiva histórica