Dos meses después del colapso del banco de inversión estadounidense Lehman Brothers en septiembre de 2008, varios líderes europeos crearon un grupo secreto para salvar al euro en caso de crisis, informó ayer The Wall Street Journal. Ese colectivo, al que sus propios miembros pusieron el nombre de el grupo que no existe, estaba integrado por altos cargos, generalmente un nivel por debajo del rango ministerial, de Francia, Alemania, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y la oficina de Jean-Claude Juncker, el primer ministro de Luxemburgo y presidente del Eurogrupo, el foro informal que reúne a los ministros económicos de la zona del euro.

La misión que se encomendó al citado grupo fue diseñar un plan para hacer frente a una posible suspensión de pagos en uno de los 16 países miembros de la zona euro. El Journal detalla cómo un año después de su creación, cuando Grecia se vio en apuros, el grupo no había logrado todavía ponerse de acuerdo en una estrategia. El club secreto, que se reunió a la sombra de las frecuentes cumbres y consejos de la Unión Europea (UE) en Bruselas, Luxemburgo y otras capitales, nunca logró superar las diferencias internas sobre cómo rescatar a uno de los euromiembros.

La investigación del Journal, basada en numerosas entrevistas con funcionarios de la UE, revela que las divisiones en el grupo colocaron la unión monetaria europea al borde del colapso. El rotativo dice que en mayo, horas antes de que Alemania y Francia venciesen el punto muerto y diesen el respaldo a un fondo multimillonario para rescatar a países con problemas, la ministra francesa de Finanzas, Christine Lagarde, dijo a su delegación que la zona euro estaba a punto de resquebrajarse. El Journal sostiene que las divisiones fueron ideológicas y siguen paralizando la búsqueda de soluciones a los problemas estructurales de la UE. "Las profundas diferencias en política económica entre el rígido norte europeo y un sur más relajado y entre los gobiernos nacionales y las instituciones europeas dificultaron una respuesta efectiva a la crisis", diferencias que finalmente se vencieron cuando la UE afrontó el posible colapso de la zona euro. Entre los asuntos que complicaron la situación destacan los intereses enfrentados de los dos políticos más importantes a la hora de decidir el futuro del euro. De un lado el presidente francés, Nicolas Sarkozy vio que la crisis griega podría hacer tambalear el euro y vio en la situación una oportunidad para demostrar su liderazgo y apuntalar su maltrecha popularidad. Del otro, destaca a la canciller alemana, Angela Merkel, para quien la crisis fue la prueba decisiva de su carrera. Famosa por su cautela, Merkel temía el castigo de votantes y legisladores si ponía en peligro el dinero de los contribuyentes para rescatar a una Grecia que había vivido por encima de sus posibilidades.

Los líderes del grupo de trabajo secreto estuvieron de acuerdo en que debía de ser Europa y no el Fondo Monetario Internacional (FMI) el que liderase el rescate. Pero Merkel se opuso y exigió como condición al apoyo alemán que el FMI diseñase el plan de reforma en Grecia. Sarkozy se vio forzado a torcer el brazo consciente de que el apoyo germano era esencial para cualquier rescate. El 11 de abril de este año, con una grave crisis de confianza en marcha, Europa puso finalmente el dinero sobre la mesa.