Como en la oferta de servicios financieros, desde hace días Novacaixagalicia ofrece ya de la mano el menú social y cultural que hasta ahora impulsaban por separado las dos cajas de ahorros de la comunidad. Es el otro gran reto de la fusión, del que nunca se olvidan en sus declaraciones públicas los directivos de la entidad. Casi tan complejo por la elevada cantidad de fondos que mueven y por la también intensa competencia que Caixa Galicia y Caixanova protagonizaron en los últimos años para demostrar su apego al territorio. El objetivo confeso pasa por coordinarse, ganar en eficiencia y eficacia, y así aprovechar al máximo la herencia que reúnen como agentes dinamizadores de la sociedad gallega y la amplia red de infraestructuras que tienen entre manos, con un total de 189 centros dedicados a actividades sociales y culturales, muchas veces muy cerca unos de otros.

De momento, la caja única sigue adelante con los compromisos adquiridos antes de su integración. Una entrega la pasada semana de siete vehículos adaptados para la Federación de Asociaciones en favor de las Personas con Discapacidad Intelectual en Galicia (Fademga), con la aportación de 47.000 euros por parte de la Obra Social de Novacaixagalicia, que eleva a más de cuatro millones en las convocatorias de ayudas sociales para ONG.

Hace solo unos días también, la entidad suscribía con Cáritas el nacimiento del Fondo Galicia solidaria ante la crisis, destinado a familias sin recursos, y una aportación inicial de 230.000 euros y el compromiso de apoyar una campaña de sensibilización para conseguir donativos particulares. Ésta es una de las líneas prioritarias en las que Novacaixagalicia quiere orientar su acción, la de medidas destinadas a colectivos desfavorecidos o personas en riesgo por la situación actual de la economía.

El diseño de estrategias claras, de establecer metas concretas en el área social de la entidad no es consecuencia únicamente de la actual recesión desde el punto de vista de los potenciales beneficiarios. La crisis impacta también en los resultados de las entidades de ahorros y, por lo tanto, los fondos disponibles para la obra social son también más escasos.

En la última década, la inversión en las cajas gallegas alcanzó los 850 millones de euros, lo que representa alrededor de 85 cada ejercicio. Para los próximos cinco están previstos 220 millones, lo que implica una reducción prácticamente a la mitad, con 44 millones de media por anualidad.

El responsable del departamento, Guillermo Brea, que viene de Caixanova con las mismas tareas, descartó tras cerrar la unión de ambas cajas una reestructuración de plantilla entre las obras sociales y las fundaciones -en este último caso, seguirán siendo entes propios durante los tres años de transición del proceso-, salvo las bajas "por causas naturales". Los 189 centros que gestionan sí plantean más dudas. Aunque la intención es mantenerlos todos, lo cierto es que nadie se atreve a asegurar que alguno se caiga por la redundancia de inmuebles. "No lo hemos planteado todavía encima de la mesa. Vamos a ver cómo somos capaces de hacer una obra social eficiente", aseguraba en la presentación de la nueva entidad su presidente, Julio Fernández Gayoso.

Para ejemplo, la situación que se vive en las tres principales ciudades de la comunidad. Separadas por pocos metros en todos los casos. En A Coruña, junto a la sede social están otros dos grandes edificios de las fundaciones. En Vigo, junto a la sede operativa e institucional están un centro social, dos sedes de fundaciones y dos teatros, contando con la inauguración a principios del año que viene de la rehabilitación del Teatro Fraga y al que ahora habrá que dotar de contenido. O en Santiago, que sirvieron de escenario para las reuniones del pacto social. Con la caída de fondos, según reconocen en la entidad, el mantenimiento de toda la red es complicado, junto con el nivel de actividades -más de 7.000 en 2009- y de beneficiarios, unos 7 millones.