El presidente electo, Mariano Rajoy, dejó ver ayer cuál iba a ser la posición española en la decisiva cumbre europea que se desarrolla en Bruselas: apoyar con firmeza la necesidad de un acuerdo que, en línea con la propuesta franco-alemana, refuerce la disciplina fiscal y la gobernanza económica común, pero que también conlleve el despliegue de los recursos necesarios para que Europa proteja a las naciones que, como España, están en el punto de mira de los mercados financieros. Presumiblemente, incluida una intervención más decidida del Banco Central Europeo (BCE) ante la crisis de deuda soberana, una de las opciones que más incomoda a Angela Merkel, canciller alemana. Ante la propia Merkel y ante otros líderes adscritos al Partido Popular Europeo (PPE), Rajoy expuso sus objetivos más inmediatos en política doméstica: abordar una reforma laboral "profunda", cumplir de forma "impecable" la reducción del déficit público y culminar la reparación del sector financiero.

Mariano Rajoy participó ayer en el encuentro del PPE, que precedió a la primera jornada del Consejo de Europa, donde se discute el camino que va a seguir la UE para salvar el euro. El presidente español en funciones, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, defendía desde anoche en esa cumbre una posición consensuada con Rajoy y que parte de defender a toda costa que el cónclave se salde con un acuerdo. En otro caso estaría seriamente comprometido el futuro de la moneda única, dan por hecho todos los observadores.

Con ese panorama de fondo, Rajoy mantuvo en la localidad francesa de Marsella sus primeros encuentros desde el 20-N con líderes europeos como Merkel y Sarkozy y con el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso. El presidente electo intervino después ante ellos y otros mandatarios conservadores de la UE, a quienes adelantó cuáles serán las prioridades de su política económica, grandes epígrafes que ya eran conocidos pero que el líder del PP explicaba ayer en público por primera vez desde la victoria electoral.

. El déficit. Mariano Rajoy habló de "cumplir impecablemente" con los objetivos de reducción del déficit comprometidos con Bruselas. El desfase del presupuesto español no deber superar en 2012 el equivalente al 4,4% del producto interior bruto (PIB), lo que según estimaciones de la Comisión Europea requerirá un ajuste fiscal (recortes de gasto y aumentos de ingresos vía impuestos) superior a 15.000 millones de euros.

. El empleo. El mercado de trabajo español padece rigideces que dificultan la recuperación del empleo para los que lo han perdido y pone trabas a la incorporación de los jóvenes al proceso productivo, expuso el presidente electo en Marsella. Y añadió: "Por ello, haremos una profunda reforma de nuestra legislación laboral". Rajoy ya ha dado de plazo a patronal y sindicatos hasta el 6 de enero para que concierten esa reforma. En otro caso, el futuro Gobierno decidirá.

. El crédito. Rajoy explicó que buscará "reestructurar de manera definitiva" el sistema financiero español para "restablecer el crédito cuanto antes". A su juicio, España sólo podrá crear empleo si el crédito vuelve a fluir hacia las familias y las empresas.

Rajoy se entrevistó por separado con Sarkozy, encuentro al que tuvieron acceso los fotógrafos, y con Merkel, reunión que se celebró en privado. Luego, ante la asamblea del PPE, Rajoy dio a entender que, como el Gobierno español saliente y como otros de la UE, es partidario de una intervención más intensa del BCE en la crisis (quizá mediante la compra masiva de deuda de los países en dificultades), estrategia a la que se resiste Alemania. "Se deben poner en marcha ya, sin más dilación, todos los medios y recursos disponibles para contener la hemorragia de deuda soberana", dijo el presidente electo español. Y añadió: "Soy consciente de que esas intervenciones (en alusión al BCE) requieren un entorno de seguridad y de mayor disciplina que eviten la irresponsabilidad presupuestaria. Pues, adelante, hagámoslo. España lo apoyará. Y si para ello necesitamos modificar tratados, modifiquémoslos".

Los líderes europeos iniciaron anoche, durante una cena informal, las conversaciones para dar con una estrategia que frene la crisis de deuda soberana y, con ello, el riesgo de desintegración del euro y de la unión monetaria. Lo hicieron en un clima de división y tensiones que ha llevado a los observadores a pronosticar que tampoco esta vez Bruselas alumbrará una posición unitaria y vigorosa en defensa de la moneda europea. "No habrá segunda oportunidad", advirtió ayer el presidente francés, Nicolás Sarkozy. Otras palabras que el líder galo pronunció en Marsella, durante la reunió del Partido Popular Europeo (PPE), pueden dar la medida de lo que se juega la UE en esta nueva encrucijada: "El riesgo de explosión de Europa nunca ha sido tan grande".

Los países y las instituciones de la UE han llegado a la cita del Consejo Europeo enfrentados acerca del fondo y de las formas para salvar el euro. Sobre la mesa está el papel que puede desempeñar el Banco Central Europeo (BCE), considerada por un sector de países como la única institución capaz de poner remedio a la crisis de deuda soberana mediante intervenciones en los mercados. Pero Alemania está en desacuerdo con esa vía y también con la creación ahora de los llamados eurobonos, emisiones conjuntas de deuda de los países. Berlín cree que el camino para recuperar la credibilidad de la eurozona es una férrea disciplina fiscal, el funcionamiento de un verdadero régimen sancionador y avanzar en la construcción de una auténtica política económica común.

¿Cómo alcanzar ese compromiso? La canciller alemana Ángela Merkel y el presidente francés Nicolás Sarkozy ambicionan una reforma de calado en el Tratado de Lisboa, que permita imponer sanciones duras y automáticas a quienes incumplan los compromisos antidéficit, incluida la posibilidad de que su política presupuestaria sea intervenida desde Bruselas. El directorio franco-alemán se ha mostrado dispuesto a ir a un Tratado únicamente con los estados del euro (17) y al margen de aquellos que, estando fuera de la Unión Monetaria, cuestionan la propuesta del eje Merkozy. Es el caso de Gran Bretaña, que ha amenazado con vetar una reforma si esta implica, como también han planteado Alemania y Francia, una mayor regulación financiera.

Frente a las posiciones de Alemania y Francia también aparecen situados el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rumpuy, y el de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, que han presentado como alternativa una reforma más rápida y menos enjundiosa de la legislación comunitaria para reforzar la disciplina fiscal. Alemania no pasa por ahí.

La posición española ha sido consensuada por Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Ambos han mostrado su apoyo a la vía franco-alemana. Según el PP, el presidente electo ha pedido a Zapatero que maniobre en la cumbre para conseguir que España tenga derecho de veto, al igual que Alemania, Francia o Italia, en las decisiones relativas al futuro mecanismo de rescate de la zona euro.