Fernando Bermejo habla de las incertidumbres que trae el futuro para el sistema de pensiones y de los jubilados del siglo XXI. Es profesor de Fundamentos del Análisis Económico en el campus de Cuenca de la Universidad de Castilla-La Mancha y tiene el modelo de jubilación como principal línea investigadora.

-¿Qué aspecto tienen los jubilados del futuro?

-Yo comparto el diagnóstico que no sólo hacen los economistas. El futuro no es muy fácil. Se ve enseguida que tenemos un problema de sostenibilidad que parte de cuestiones demográficas. Dadas las proyecciones de población es fácil entender que tengamos mucha preocupación por el porvenir del sistema, porque en unos años el desequilibrio de la pirámide va a causar problemas que no conocíamos hasta ahora. Es una dificultad que tenemos que asumir y poner herramientas para minimizar en la mayor medida posible. El modelo necesita ajustes paramétricos, como sucedió en la historia con otros sistemas, pero esto no significa que sea completamente inviable, que haya que cambiar a otra estructura diferente o que corra riesgo de desaparecer.

-¿Herramientas como cuáles?

-Hubo ajustes paramétricos para minimizar el gasto, pero la clave no está tanto ahí como en el refuerzo de los ingresos del sistema, en potenciar el mercado de trabajo. En un modelo de reparto como el español, cuyos fondos vienen de los ingresos de la Seguridad Social por las cotizaciones, el sistema se pone en riesgo si no hay suficientes trabajadores o éstos tienen cotizaciones mínimas. La respuesta está en un ecosistema laboral con contratos cuya cantidad y calidad sean suficientes para preservar las pensiones.

-O sea, dar una vuelta a la última reforma laboral.

-O pensar que esa reforma debería considerar también aspectos como éste. Entiendo que opto por la solución difícil, y que no dará frutos a corto plazo, pero con los tipos de contrato y algunas de las medidas que tomaba la última reforma laboral no se pone demasiado fácil que las contribuciones sociales vayan a tener suficiente peso para garantizar el pago de las pensiones.

-Con los pensionistas en la calle, Bruselas reprendió a España por el posible efecto de la subida de las pensiones sobre el objetivo de déficit. ¿Estamos en una espiral de intereses contrapuestos?

-Claro. La reforma laboral de 2012 ya fue consecuencia de un reajuste que pidió la Comisión, que no consideró suficiente el ahorro de la de 2011. Bruselas trata de ajustar el gasto público para minimizar el déficit, que considera su objetivo fundamental. Eso choca con los gastos públicos de un Gobierno, y el principal son las pensiones. Estamos metidos en ese círculo.

-Usted ha cuantificado el impacto que el dinero de los pensionistas ha tenido sobre la economía durante la crisis. ¿Por eso es responsable subirlas ahora?

-No sé si responsable es la palabra, pero parte de la respuesta está en aquel estudio. No planteamos allí que la economía vaya a encontrar en el gasto de los pensionistas una solución a sus problemas de crisis, pero sí hemos comprobado que esos problemas habrían sido aún más graves sin el consumo, los ingresos y el retorno a la economía que procuran los jubilados. Si ellos consumen menos, las empresas no venderán igual sus producciones y servicios y, en un segundo nivel, como consecuencia crece el paro y bajan los ingresos en los hogares.

-¿Cuánto?

-En el estudio se hacía la estimación de un caso extremo y se calculaba que si se hubiese retirado de la economía el gasto de los pensionistas el paro habría subido hasta seis puntos más en 2014.

-¿El peso de las pensiones habría agravado ese problema en el caso concreto de Galicia?

-El análisis se efectuó a nivel nacional, pero es cierto que aunque la caja de la Seguridad Social cubra todo el país, existen diferencias autonómicas significativas, dominadas por los perfiles de los trabajadores y de sus contribuciones sociales.

-¿Puede entonces tranquilizar a los pensionistas?

-Este asunto es una cuestión de voluntad política, pero quizá no sólo. Toda la sociedad tendría que remar en el mismo sentido, pero debemos ser conscientes de que algunos cambios en parámetros que afectan al sistema de pensiones serían necesarios y tampoco son tan descabellados. A veces algunos economistas pensamos que tal vez se trata de dirigir el problema y hacerlo visible para terminar encontrando una solución en algunas opciones que benefician a algunos sectores económicos o de la población. Si la alternativa a un sistema público es uno privado, hay quien ve una posibilidad de negocio y de beneficio, de forma que en algunos casos hay ciertos intereses para que, señalando o aumentando los problemas del modelo público, se beneficie a los privados como actividad empresarial. Los fondos de pensiones tienen su función muy respetable y su lugar en nuestro sistema, pero el sistema público se debe y puede mantener.