Por si el invierno demográfico no era ya suficiente amenaza para el relevo generacional en Galicia, uno de los territorios de España más envejecidos y con mayor pérdida de población, las condiciones laborales torpedean que los jóvenes de la comunidad puedan llevar adelante un proyecto de vida y poner su grano de arena en la dinamización del consumo. No es una cuestión menor. Es el colectivo que teóricamente tiene mayores necesidades de gasto y, por tanto, deberían funcionar como una gran motor para la economía. "La situación laboral que presenta Galicia para las personas jóvenes no invita al optimismo, en la medida en que cuenta con menor nivel de actividad y ocupación que el conjunto de España", apunta el Consejo de la Juventud en su último informe sobre la emancipación, en el que ya advertía que no corrían buenos tiempos para salir del domicilio familiar. Galicia cerró 2017 con unos 60.500 hogares formados por personas por debajo de los 35 años. Cada vez hay menos y cada vez sobreviven con ingresos más ajustados. Los que no superan los 1.000 euros al mes suponen cerca del 30% del total.

Seis de cada diez gallegos de entre 18 y 34 años viven todavía con sus padres. Son más de 269.000, según los datos que acaba de publicar el Instituto Galego de Estatística (IGE). El estallido de la crisis interrumpió la tendencia creciente a la emancipación en Galicia. Evidentemente el porcentaje de jóvenes que todavía no hicieron las maletas es más alto en las edades más bajas. Entre los 18 y los 24 años llega al 93% del conjunto de gallegos en esa horquilla. En 2007 se situaba alrededor del 87%.

La inmensa mayoría no tiene otra opción porque sencillamente carecen de recursos para emanciparse. Hay 117.500 gallegos menores de 35 años residiendo con sus padres que no tienen dinero. El 43,6%. El 41,6% (112.000) sí tuvo salario en 2017 y el 14,7% cuenta con otro tipo de ingresos, incluidas prestaciones o la combinación de estas con un sueldo a lo largo del ejercicio.

Trabajar, sin embargo, no es una garantía de estabilidad ni de tener suficiente dinero para lanzarse a la emancipación. Solo uno de cada diez jóvenes gallegos logró trabajar todo el año. Fueron 83.000, un 6,8% más que el ejercicio anterior. Pero es que antes de que llegara la primera recesión el número de jóvenes ocupados el año completo alcanzó los 186.000. ¿Es solo una cuestión de pérdida de población joven? No. Porque entonces representaban el 32,3% del total de jóvenes y ahora solo el 11,8%.

Entre los que viven aún con sus progenitores, el 43,6% (117.500) no tiene ningún tipo de ingresos. La cifra se mantiene pese a la mejora de la economía. Otro 9,8% no pasó de los 200 euros mensuales; un 15% se movía entre los 200 y los 600 euros; otro 15% llegaba como mucho a los 1.000; y 16% ganó más.

Los hogares jóvenes caen en Galicia al mínimo. Esos 60.500 suponen el 5,7% del total de hogares en la comunidad y acumulan una caída del 40% desde 2007, cuando ascendían a 99.000 y eran uno de cada diez.

De ellos, unos 17.100 (28,3%) disponían de un presupuesto mensual inferior a los 1.000 euros. En el último año se produce un importante repunte de 8% en los hogares jóvenes en Galicia con bajos ingresos, aunque su proporción está todavía por debajo del 31% que llegaron a ser en los años más duros de la crisis. Otro 21% ingresó mensualmente entre 1.000 y 1.500 euros; un 18% llegaba hasta los 2.000; entre 2.000 y 2.500 euros había 10.100 (16,7%); y solo un 3% (9.441) ganaba más de 2.500 euros, recogen los datos del IGE.

"El aumento de la ocupación se ha caracterizado por la parcialidad y la temporalidad en el empleo -explica también el Consejo de la Juventud-, que ya eran mayores a las del conjunto del país, siendo igualmente superiores la subocupación y la sobrecualificación". A todo esto se une el encarecimiento sin tregua de los alquileres. Desde 2014, el arrendamiento medio en la comunidad subió un 10,3%.