Después de muchos meses con una clara tendencia al alza que evidenciaba la pérdida de poder adquisitivo de asalariados y pensionistas, la inflación cerró el pasado ejercicio con una moderación inesperada hasta en las previsiones oficiales. El Instituto Galego de Estatística (IGE) pronosticaba que el Índice de Precios al Consumo (IPC) acabaría 2017 en la comunidad alrededor del 1,2% y finalmente se situó en el 1%, dos décimas por debajo de la tasa estatal, que sí se situó en el 1,2%. La clave está en el abaratamiento del petróleo, que provocó un descenso mensual en diciembre de casi el 6% en el coste de los carburantes y dejó el acumulado anual en una subida del 1,3%. También bajaron en diciembre un 0,9% los precios de la electricidad, el gas y otros combustibles de suministro para las viviendas, aunque en su caso el IPC anual sigue alto, del 4,2%. También la alimentación subió más que la media, un 1,4%, según los datos publicados ayer. Dentro de la cesta de la compra contrasta el comportamiento de dos productos esenciales: cayó con fuerza, un 12,9%, el precio de los aceites, pero el de las patatas se disparó un 19,4%. También subió el del pescado, un 4,5%, y un 5,1% el de la fruta.

Entre los grupos más inflacionistas sobresale el alcohol, con un incremento del 3,9% en 2017 en la comunidad, y los servicios de telefonía (3,9%). Los que más bajaron sus precios fueron los artículos textiles para el hogar, con un descenso del 3,6%, y en general el ocio y la cultura, donde la reducción fue del 0,6%.