In memoriam

Darío Villanueva Académico de la RAE y vocal del Patronato de la Fundación Barrié

La noticia de la pérdida de una personalidad destacada y reconocida en la esfera pública como lo era el presidente de la Fundación Barrié a todos nos conmociona, pero el sentimiento de consternación y condolencia con su familia se incrementa considerablemente, como es lógico, cuando se ha tenido con ella una relación de amistad, colaboración y admiración semejante a la que he tenido la suerte de disfrutar con José María Arias Mosquera, con el que me unía además el hecho biográfico de ser ambos casi con exactitud de la misma quinta. Coincidió también su acceso a la presidencia del Banco Pastor con mi última etapa como rector de la Universidad de Santiago, de la que ambos fuimos alumnos y cuyo consejo social José María llegó a presidir también años después.

La historia contemporánea de la USC, y a partir de 1990 del sistema universitario gallego, no se puede comprender sin la acción filantrópica de la Fundación que José María pasaría a presidir tras la muerte de su tía, de recuerdo imborrable, Carmela Arias y Díaz de Rábago. Y doy fe como rector y como universitario de que antes y después de esa fecha José María hizo siempre honor al compromiso que su familia contrajo generosamente para con nuestra alma mater durante decenios.

Como presidente del Banco Pastor tuvo que afrontar la profunda conmoción que el sistema financiero español experimentó a raíz de la gran crisis de 2008, pero siempre admiré la fortaleza con que llevó el timón en las tormentosas singladuras que le tocó patronear y, sobre todo, su logro admirable de mantener a flote hasta hoy mismo el gran buque, la nave nodriza de la universidad, la cultura, la educación y la investigación en y desde Galicia. La Fundación Barrié bajo su dirección, tal y como puedo acreditar por experiencia propia como miembro de su patronato, ha seguido navegando con rumbo cierto y siempre dispuesta a surcar nuevos derroteros, desarrollando sin solución de continuidad una labor inconmensurable, en la que es muy difícil destacar algunos logros en concreto. Ante la imposibilidad de mencionarlos todos recordaré, por caso, las intervenciones en el ámbito de la catedral compostelana o el apoyo a la implementación de nuevos recursos tecnológicos en la Real Academia Gallega. Pero el recuerdo que tampoco se irá nunca es el de un amigo y cómplice en aventuras educativas y culturales como José María Arias Mosquera.

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