Paisajes cautivadores, playas de aguas calmas y cristalinas, sol y buena gastronomía. Todo esto y mucho más lo tiene Lagoa, uno de los concellos más hermosos del Algarve, famoso por sus cuevas marinas talladas a capricho de las olas.

Lagoa puede presumir de albergar algunos de los arenales algarvios más paradisíacos, como Carvoeiro, Benagil o Carvalho. El trabajo incansable del mar ha dejado formaciones rocosas únicas como es el caso de Algar Seco, cerca de Carvoeiro. A esta gruta se puede acceder con facilidad a través de una pasarela que conecta con el fuerte de Nossa Senhora da Encarnação. Otra de las cuevas más conocidas es la de Benagil, al lado del pequeño pueblo de pescadores que le da nombre.

Todo el macizo rocoso está atravesado por cavidades y grietas que cobijan parte de la biodiversidad de la región, por donde vuela el halcón peregrino, la gaviota patiamarilla o las golondrinas, entre otras especies.

En este paisaje único asoma Ferragudo entre casas encaladas y el ocre de las rocas. Esta villa de pescadores es un buen lugar para probar la gastronomía local, basada en los mariscos y pescados más frescos de la costa. Esta parroquia tiene la particularidad de estar abrazada por las aguas del mar y del río, y por conservar huellas de su largo pasado anterior a los romanos.

 Lagoa es uno de los principales centros viticultores del Algarve, donde es posible visitar viñedos y bodegas. Y a su naturaleza y playas suma su patrimonio, visible en el convento de São José o la iglesia de Nossa Senhora da Luz, barroca y de inmaculado blanco. En este conjunto algarvio también está Porches, un pequeño pueblo famoso por sus piezas de cerámica.