El personaje encarnado por Antonio Resines en imágenes retrospectivas, un empresario cántabro y de derechas llamado José María, acaba de fallecer cuando arranca la acción de ‘Ocho apellidos marroquís’. Los presentes en su funeral realzan lo mucho que contribuyó a la marca España. Todos y todas son racistas, machistas y seguro que homófobos, aunque no aparece ningún homosexual al que le puedan hincar el diente. Viven en una pequeña localidad de la cornisa cantábrica llamada Pelayos. Lucen la bandera española en la funda del móvil, cadenas del reloj de pulsera, cinturones del pantalón y llaveros. 

Los votantes reales de Vox, y algunos del PP, no desentonarían en esta comunidad, sobre todo cuando a uno de los personajes, Guillermo López de Castro (Julián López), le preguntan si es vasco después de decir que procede del norte de España. “No, del Norte bueno” clama Guillermo, cuya misión en la vida es adiestrar a gente rica en el manejo del golf y recuperar a su exnovia, Begoña (Michelle Jenner), la hija del finado empresario que deja en manos de la familia la situación crítica de una conservera.

Así arranca ‘Ocho apellidos marroquís’, tercer jalón de una exitosa franquicia cómica española inaugurada en 2014 con ‘Ocho apellidos vascos’ y proseguida un año después por ‘Ocho apellidos catalanes’. Pero en realidad el título no es más que un reclamo comercial, porque poca o ninguna relación guarda esta tercera película con las dos anteriores más allá de las compañías productoras, Telecinco, Mogambo y La Zonafilms. 

Las dos primeras fueron dirigidas por Emilio Martínez-Lázaro a partir de guiones de Borja Cobeaga y Diego San José, con unos mismos personajes encarnados por idénticos actores en ambas cintas, Dani Rovira, Clara Lago, Carmen Machi y Karra Elejalde, más Berto Romero en la segunda, el novio catalán que daba sentido al título.

Ninguno de estos nombres aparece en la tercera película, realizada por Álvaro Fernández Armero (‘Vergüenza’, ‘Si yo fuera rico’) y escrita por Daniel Castro (‘El mejor verano de mi vida’, ‘Vota Juan’), practicantes de un estilo de comedia distinto, con menos mala uva con la excepción de la serie ‘Vergüenza’, que la destilada por el tándem Cobeaga-San José (‘Pagafantas’, ‘Fe de etarras’) pese a que Castro firmó guiones para una serie creada por el mismo San José, la citada ‘Vota Juan’.

Nuevos frentes

Tampoco hay nadie del reparto original porque la historia, el enclave y las situaciones son muy otras. Lejos de los conflictos autonómicos, afloran los de raza y clase social. La familia del fallecido, los Díaz Aguirre, son toda una institución en Pelayos. La hija, Begoña, confunde los nombre de las empleadas de la conservera, Soledad por Sonsoles y Paula por Paca, señal de lo poco que le importan porque su meta es irse a vivir y trabajar a Chicago, mientras que la madre, Carmen (Elena Irureta), cuando tiene que subir a un avión rumbo a Marruecos pide a la vendedora de los billetes que la pongan en la fila de los cristianos para no mezclarse con los pasajeros musulmanes. De esta guisa es el humor del filme, que se ríe de la derecha española sin hacer demasiada sangre, todo sea dicho.

El conflicto surge cuando Begoña, Carmen y un pesado Guillermo (personaje ridículo al que la comicidad imperturbable de Julián López, actor fantástico para Cobeaga-San José, redime un poco de los tópicos) tienen que viajar a la ciudad marroquí de Esauira para recuperar El Sardinete, la primera embarcación que tuvo el fallecido José María. Allí descubren la doble vida del patriarca de la familia, ya que tuvo otra hija con una mujer marroquí, Hamida (María Ramos, actriz sevillana de origen árabe).

A partir de este momento, la película trata ligeramente temas como el racismo, la inmigración y la identidad cultural a ritmo de gags entre previsibles, torpes y, en alguna ocasión, inspirados. La secuencia de la boda es la más divertida de la función porque así lo es el personaje de Guillermo, quien no duda en vestir una chilaba con un ‘fachaleco’ encima y en preguntar si para casarse van a ir a la mezquita o al kebab, porque “no sé cómo lo hacéis aquí”. Choque cultural con redención amable de personajes ultraconservadores que encuentran la luz al contacto con simpáticos marroquís, entre ellos, en el papel de uno de los primos de Hamida –tiene 30, y los españoles se echan a reír con semejante número–, Hamza Zaidi, un ‘influencer’ de 26 años nacido en Tetuán y establecido en Madrid, autor celebrado por la frase viral ‘kitipasa’.