En primer lugar hay que poner a secar los tomates en un cañizo para que, con la colaboración del sol, vayan perdiendo todo el agua y queden pobres de apariencia.
Secos se pueden conservar durante meses hasta que llegue el momento de consumirlos.
En ese momento hay que ponerlos toda la noche en agua tibia y a la mañana siguiente llevarlos a la sartén con abundante aceite caliente y freír.
Los tomates recuperan todo el espíritu del verano condensado y potenciado con la fritura.