Cuál es la esencia de Caiga quien caiga? ¿Qué tienen en común todos los CQC que en el mundo han sido? ¿Qué define a CQC y hace que aquel programa que presentó Wyoming en Telecinco entre 1996 y 2002 haya sido un CQC, el que presentó Manel Fuentes en la misma cadena entre 2005 y 2008 haya sido otro CQC, el breve espacio en el que estuvo Juanra Bonet en la Sexta en 2008 también fuera CQC, y finalmente la nueva apuesta de Cuatro para la noche de los domingos encabezada por Ana Milán pueda catalogarse conceptualmente como un CQC?

No pueden ser las famosas gafas que llegaron a ponerse personajes de la realeza como Keith Richards y dioses del rock and roll como Juan Carlos I. Eso desapareció hace años. No puede ser el incordie ácido y merecido a los poderes públicos y privados por parte de reporteros afilados como los besos en la madrugada. Eso definía el espacio presentado por Wyoming, pero ya no es más que un elemento más de los últimos Caiga quien caiga, anegado en medio de secciones en las que se pone a Florentino Fernández a trabajar de albañil o se gastan bromas de cámara oculta a los inadvertidos clientes de un quiosco madrileño. No es aquella posproducción que añadía todo tipo de quimeras a las caras de los entrevistados, y que prácticamente ya no se vio por ningún lado el pasado domingo en Cuatro. Ni siquiera es el carácter masculino de los presentadores. A pesar de su brillante comienzo -en el que aparecían tres mujeres que resultaban ser Juanra Bonet, Manel Fuentes y Arturo Valls disfrazados-, la actual edición de Caiga quien caiga está conducida exclusivamente por personal femenino.

He metido todas las etapas de CQC en un aislador de esencias y el resultado es inapelable. Lo único que define el programa desde Wyoming hasta Milán son los trajes negros y la chulería. Y la tipografía con las tres iniciales gruesas y achatadas. Coges actitud y vestuario y haces un programa de televisión.